La batalla de OosterWeel: Punto final al Principio de la Guerra de los 80 años.

Aquel 12 marzo de 1567 Jean de Marnix sabía que el día de la batalla estaba próximo. Una batalla que su fuero interno le decía que sería decisiva. Si conseguían la victoria, Amberes esperaba con sus férreos muros para abrazar y proteger la causa protestante. La ciudad más rica de la Monarquía Hispánica (después de Sevilla…), en la que una parte de su población anhelaba que la nueva fe hiciera su entrada y tomara la ciudad como bastión del protestantismo. Una ciudad a la que recientemente había llegado Guillermo de Orange, que hizo entrada en febrero en calidad de señor de la población (burgrave, le llamaban al título). Una visita que Marnix sabía que no era casual.

No sería fácil, pensaba, pero había mucho en juego. En el norte, en Amsterdan, Hendrik van Brederode (firmante, como él mismo, del Compromiso de Breda) también tenía dispuesto un ejército con el que apoyar la rebelión total en los Países Bajos.

— La Gobernadora (Margarita de Parma, hermanastra de Felipe II) tiene mucho de qué preocuparse. Pensaba Marnix. Y más cuando Brederode cuenta con la ayuda de Luis de Nassau (hermano de Guillermo de Orange y también firmante del Compromiso de Breda).

La vida del propio Marnix había dado un vuelco en sólo unos meses. Desde aquella «furia iconoclasta» del pasado agosto (de 1566) todo se había desenvuelto con una velocidad vertiginosa, impropia de aquellos años. Aquel episodio del saqueo de iglesias, destrucción de imágenes y todo lo que oliera a católico, se había convertido en una huida hacia delante. Ahora en sólo seis meses se encontraba allí, liderando dos millares de hombres a la espera de una batalla que iba a cambiar el destino del país.

De las turbas de gente sin control de agosto, se había pasado a que hubiera dinero para reclutar tropas y mandos. Una organización logística para alimentarlas, lugares para acamparlas, mandos para organizarlas y, claro, personas influyentes que trazaran los objetivos. O al menos lo intentaran, porque no todo iba como debía ser. Tenía un ejército bajo su mando, pero para mantenerlos había tenido que complementar lo recibido haciendo estragos en las poblaciones por las que habían pasado. De buen grado o por la fuerza.

Ahora estaban acampados en Oosterweel, una pequeña población a tiro de arcabuz de Amberes. Una capital donde las simpatías protestantes venían de lejos y, estaba más que seguro, les recibirían llegado el momento con los brazo abiertos.

Él se sentía muy orgulloso de que sus conciudadanos les mostraran su apoyo moral y del otro, donando dinero para su causa con la sincera esperanza de que el protestantismo, cuyos principios compartían en lo más profundo de sus corazones, hubiera llegado para quedarse en aquellas tierras… En todo caso, lo que sí estaba claro es que para mantener ese empuje se necesitaba mucho dinero. Y ese dinero lo ponían los poderosos buscando guiar esa marea religiosa hacía las orillas que más les interesaran.

— Es el precio que hay que pagar. Bien lo vale. dijo para sus adentros

Mientras tanto, se acercaban a Oosterweel grupos de hombres, no muy numerosos, que unos días antes habían partido de Bruselas. Se desplazaban en grupos independientes y por caminos diferentes para evitar levantar las sospechas, porque sabían que los protestantes tenían oídos y ojos en todos los pueblos. Solo portaban espadas y dagas.

Los componentes de la Guardia de la Gobernadora sabían que no podían fallar. Nada se interponía entre los rebeldes y Amberes más que ellos. No solo eso, las gravísimas acciones de los rebeldes y protestantes estaban quedando impunes por la situación de caos general. Las palabras de Margarita de Parma lo habían dejado claro y habían calado hondo:

— Son malhechores, les dijo, que se han situado fuera de los límites de la Misericordia. No tengais piedad. Matadlos a sangre y fuego.

Mientras lo decía con voz firme, la Gobernadora, espantó como pudo el pensamiento fugaz que la atravesó la mente como un rayo: ¿Qué ocurriría si sus mejores hombres eran vencidos por los rebeldes, mucho más numerosos? No tenía más ejército experimentado al que recurrir…

Ese mismo día, 12 de marzo de 1567, a mil seiscientos kilómetros de allí, en Madrid, la capital de cuatro continentes, el Rey Felipe II le daba instrucciones por escrito al pagador del Ejército de Flandes, Francisco de Lexalde, para que ejerciera su oficio bajo orden del duque de Alba. La maquinaria hispánica ya se había puesto en marcha y ya no se detendría. Se había llegado demasiado lejos allí en Flandes:

«Es nuestra voluntad y mandamos que tengáis Vª, Francisco de Lexalde, á quien habemos proveído de Pagador de nuestro ejército que habemos mandado juntar […] habéis de formar cuenta y data de todo el dinero de vuestro cargo que diéredes y pagáredes y distribuyéredes, la cual ha de ser por libranzas y nóminas del duque de Alba, nuestro Capitán general del ejército»

Felipe sabía mejor que nadie que los Países Bajos era una pieza fundamental en la Monarquía Hispánica porque permitía influir en el corazón de Europa. Era tan importante como para movilizar todos los resortes de la monarquía, lo suficiente como para no fiarlo todo a una partida jugada por otro. Una mano en la que se repartían cartas en ese preciso momento, a mil seiscientos kilómetros de Madrid, cerca de Amberes.

Aquellos soldados flamencos y valones se dirigían a la Abadía de San Bernardo en la población de Hemiksen a orillas del Escalda. Allí les esperaba toda la vitualla necesaria para su menester: Morriones, picas, arcabuces, banderas y tambores. Una vez reunida y pertechada la tropa, tomaron el camino de Oosterweel (casi a las puertas de Amberes), del que sólo les separaban poco más de quince kilómetros.

El 13 de marzo amaneció gris para los rebeldes. Gris plomo. Para cuando los protestantes se dieron cuenta, avanzaba ya la Guardia de la Gobernadora sobre ellos. Primero con las banderas plegadas y tambores sordos, luego con paso firme haciendo sonar los tambores, desplegando las banderas y poniéndose a tiro de arcabuz. Los rebeldes casi no tuvieron tiempo de formar una mínima defensa. El desconcierto, el desorden, la falta de experiencia hicieron el resto. La Guardia Valona sabía que la primera batalla, la de la sorpresa, estaba ganada. El resto fue «a sangre y fuego».

Jean de Marnix, moría mirando las murallas de Amberes tal vez pensando lo cerca que estuvo de tocar la gloria, tal vez pensando por qué no venían a ayudarles…

El Camino Español

PD: Resulta muy relevante, al menos a nuestros ojos, saber que Hendrik van Brederode, que aparece en el texto y que lideró también la rebelión armada de los protestantes en Amsterdam, tenía como heredero de sus enormes posesiones a Guillermo de Orange (por aquello de si moría en el campo de batalla). Después de lo sucedido en OosterWeel, se retractó de esa decisión anunciando a los cuatro vientos que Guillermo de Orange no había prestado la ayuda debida (o pactada) a los rebeldes comandados por Marnix en la batalla de OosterWeell al no permitir a la población protestante ayudar a los rebeldes.

La versión «oficial» lo ha venido interpretando como un último arrebato de lealtad a Felipe II. Nosotros somos más de la opinión de que, visto lo visto en la batalla que transcurrió muy cerca de Amberes, no había opción de vencer (al fin y al cabo él también era militar). Y de haber permitido esa ayuda en esa situación irrecuperable, él hubiera expuesto de una manera demasiado clara, sus desleales intenciones. Así que optó por la opción que más le interesaba, negando la ayuda a los que confiaron en él.

De poco lo sirvió sacrificar a su gente porque junto con Egmont y Horns fue señalado como máximos representantes de la revuelta.

2 comentarios en “La batalla de OosterWeel: Punto final al Principio de la Guerra de los 80 años.”

  1. Aun hoy en día, aunque engullido totalmente por los diques del enorme puerto que gobierna la ciudad, se puede divisar Oosterweel al norte. Allí se divisa una pequeña iglesia en un gran parque a la orillas del río. Dicha iglesia es muy parecida a la que aparece en varios grabados. Supongo que no será la misma, pero me gusta pensar que fue en dicho lugar, con aquella iglesia de fondo, donde se llevó a cabo la batalla 😉

    1. Hola Adrián! tal vez en nuestra próxima visita a Amberes podamos investigar si es o no la misma. ¿Te vendrías?

      un abrazo. David

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