La Catedral de Gante, Salomón y la reina de Saba

El Camino Español no pasa por Gante. Queda al noroeste de Bruselas y alejada de la ruta más directa para llegar a ésta desde Milán. Sin embargo, Gante sintetiza la relación estrecha que hubo entre los Países Bajos y España.

Gante fue la cuna de Carlos I (1500-1558) que al nacer unió de facto ambos territorios bajo una misma corona. Y en Gante fue donde se materializó la rebelión religiosa protestante en 1566 («furia iconoclasta«), primer paso para la separación de los Países Bajos y España, que se completó siglo y medio después, en 1714.

La Catedral de San Bavón es otro ejemplo, más terrenal, de esa relación mantenida durante años. En la iglesia de San Bavón bautizaron al recién nacido Carlos. Por entonces solo era eso, una Iglesia. Una oscura iglesia románica que se fue transformando, lentamente, en una Catedral gótica y que el Emperador ayudó a financiar (algo tendría que ver el oro traído de América) durante toda su vida, aunque sin poder llegar a verla acabada. En 1559, un año después de la muerte del Emperador Carlos, fue convertida en Catedral al fundarse la diócesis de Gante (aunque no se consideró acabada hasta 4 años después).

La Catedral atesora varias obras de arte que dan idea de esa comunión entre ambos pueblos que una vez hubo. Ya hablamos de las vicisitudes de la obra cumbre de la pintura flamenca, «El Políptico del Cordero Místico», pero en esta ocasión os presentamos «Salomón y la Reina de Saba» que también está en ésta Catedral.

Fue un encargo hecho a Lucas de Heere, pintor de renombre, para adornar la Catedral con la ocasión del XXIII Capítulo de la Orden del Toisón de Oro. El cuadro estaba destinado a ocupar un lugar destacado en la Catedral, en el cerramiento del Coro. Al contemplar la obra y mirar con detenimiento a Salomón, identificar ciertos rasgos tal vez conocidos: rubio, con barba y mentón saliente,… efectivamente: Felipe II. Por aquel entonces máximo representante del Toisón de Oro.

El cuadro pintado en 1559 representa a la reina de Saba como una alegoría de los Países Bajos e identificando al Rey Salomón, en su sabiduría, como Felipe, el rey prudente. En la escena La reina de Saba entrega sus riquezas al rey a cambio de que éste las gobierne de forma sabia y prudente.

La pintura refleja la esperanza de los súbditos flamencos en ser justamente gobernados por el rey español y la confianza del rey de gozar de la lealtad de sus súbditos. Claro que, por aquel entonces, todavía no había tenido lugar la rebelión de los protestantes, ni furia iconoclasta, ni los tercios yendo y viniendo por el «Camino Español».

El Camino Español

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