Slag om grolle 2015

Flandes invadida: Los Orange-Nassau atacan (II) El Duque de Alba acorralado

La invasión, durante tantos meses cuidadosamente planificada, se estaba materializando. Tanto por el Norte como por el Sur, numerosas poblaciones habían sido tomadas a la fuerza. Mientras, por el Este, un ejército de más 21.000 soldados comandado por él mismo, Guillermo de Orange, había tomado ya forma a las puertas de los Países Bajos. Para el Taciturno estaba claro: No habría agujero suficientemente pequeño donde se escondiera el Duque de Alba…

9 de julio de 1572

Era la tercera vez que releía la carta del Emperador Maximiliano II. Buscaba, leyendo entre líneas, algo del apoyo moral que obtuvo en anteriores ocasiones. La misiva era la respuesta a la que él le enviara hace unos días, para anunciarle su partida inminente hacia los Países Bajos con un ejército de invasión.

Pocas veces letras escritas en papel se asemejarían tanto a bofetadas en la cara con guantes de hierro. El Emperador del SIRG le decía que desaprobaba enérgicamente su conducta reiterada y sus proyectos. Que estaba poniendo en riesgo, de manera imprudente la paz, no solo en los Países Bajos sino en toda la zona, al implicar a terceras naciones. Y que, si bien él, el Emperador, profesaba simpatía por la causa protestante, no justificaba en absoluto esas acciones. Estás solo, le venía a decir, y atente a las consecuencias.

Echó la carta sobre el escritorio con desprecio, se tragó la rabia y despachó el sentimiento que le invadía con un ‘lo dices porque es tu primo’ (Maximiliano II y Felipe II eran Austrias y primos hermanos ). El vacío dejado lo llenó enseguida con la satisfactoria sensación que le generó pensar que el proyecto no podía ir mejor. Desde que salieran de Dillenburg, capital condado Nassau-Orange (actual Alemania) y donde, con ayuda de su familia, había estado preparando la invasión, todo estaba yendo como la seda.

wikipedia Oranjes_tweede_invasie. Duque de Alba acorralado
Mapa de la invasión de hacia julio de 1572 de la familia Orange-Nassau. fuente:wikipedia

El Duque de Alba no tendría capacidad suficiente para bloquear todos los golpes. A saber…

Por el Este, Guillermo de Orange.

En la población de Venlo donde había reunido todo el contingente que él comandaba, se habían contabilizado 13.500 mercenarios repartidos es 45 compañías de infantería. La caballería no se quedaba atrás, 7.600 hombres con sus respectivas monturas. Eran una fuerza imparable.

Por el Norte, el cuñado.

Por el Norte, Guillermo Van den Berg (el cuñadísimo) llevaba desde mayo con una fuerza de más de 5.000 mercenarios generando paz y amor «made by Orange-Nassau» (saqueando todas las poblaciones holandesas que se resistieron, Doesburg, Zutphen, Zwolle,… Nos da el olfato que se hablaba poco de justicia social, trabajo o bajada de impuestos…)

No tenía mucho mérito la verdad, objetó él mismo, porque las poblaciones estaban poco defendidas. El mérito residía en su planificación de la invasión y que el Rey Felipe, de quien dependía la defensa de sus Estados, no la había visto venir. Además Felipe estaba enredado en sus «cositas» con los turcos (La batalla de Lepanto había ocurrido 9 meses antes).

Le preocupó un poco las últimas noticias recibidas sobre los soldados de su cuñado que empezaban a quejarse porque no recibían sus pagas. Así, además de los saqueos, se sucedían robos y abusos sobre la población holandesa. Esa preocupación desapareció al escaso segundo sin dejar rastro, taciturnamente, para dejar paso a otro pensamiento.

Por el Sur, el hermanísimo.

Por el sur Luis de Nassau, se mantenía firme en la conquistada Mons a punto de recibir más ayuda de Francia, ya abiertamente hostil, antes de avanzar sobre el centro de los Países Bajos. El Duque de Alba, por fin, había hecho un tímido movimiento y había enviado a su hijo Fadrique a Mons al frente de unos pocos miles de hombres.

— Cuenta con tan pocos efectivos que resulta irrisorio. Sonrió de esa manera, tímida y con desgana, que le era característica, mientras ese pensamiento le acudía a la mente.

Por el Oeste, el ‘tontolaba’… y Flesinga

Por el Oeste, el ‘tontolaba’ de Lamarck se estaba quieto en Brielle con los Mendigos del Mar que, con un personaje como ese al frente, es lo mejor que puede suceder (después de liarla parda en la población holandesa de Gorcum). Así que también es una buena noticia.

Y luego estaba lo del Flesinga, también en la costa, que había sido una excelente noticia. Repasó los acontecimientos ocurridos en aquella ciudad un par de meses antes mientras observaba, pensativo, la lumbre de la chimenea.

Esa población, en las puertas de Amberes, fue la primera (y la única) que se levantado en rebeldía por su propia iniciativa después de la toma por la fuerza de Brielle. Había pedido ayuda a quien quisiera escuchar. Lamarck, que por una vez hacía algo bien, había enviado algunos barcos y hombres desde la cercana Brielle para mantener la iniciativa y extenderla. Aunque claro, cuando uno es tonto lo habitual es que salga a relucir tarde o temprano, así que se dejaron comer la tostada cuando intentaban hacerse, por la fuerza, con la importante ciudad de Middelbourg, teniéndolo todo a favor.

Por lo que sabía por otras misivas, Sancho Dávila y sus chicos de los Tercios, muchos menos en número, habían sido enviados al rescate de la importante ciudad y les habían borrado del mapa por tierra y por mar. Levantó las cejas y emitió un ligero soplido…

— Sancho Dávila son palabras mayores. Aceptó…

Lamarck sería un tonto pero era un tonto con suerte. La falta de medios del Duque de Alba había permitido que siguieran manteniendo Flesinga, y esa posición estratégica de la que gozaba había generado ya sus réditos. Una flota portuguesa con toda su carga fue apresada por los rebeldes al no saber, lógicamente, sobre la invasión de los Orange-Nassau (600.000 ducados del ala y unos cuantos barcos «gratis»). También intentaron atacar una flota mercante española que venía con un cargamento de lana merina para las industrias flamencas…

 

— Pero ahí tocamos en hueso, recordaba Guillermo. La flota, comandada por Juan Martínez Recalde (de nuevo, palabras mayores…)  se defendió bien y pudo alcanzar Middlebourg.

En la ciudad de Middlebourg, la que sin éxito había intentando conquistar Lamarck, y vista la situación general, decidieron desembarcar las aproximadamente 14.000 sacas de lana merina, que iban con destino a las teleras de Flandes*.

— ¡14.000 sacas de lana de la mejor calidad…! dijo en alto con cierto ímpetu.

Se le había ocurrido una idea genial y lo veía claro como el agua clara ¡Sería un botín extraordinario de miles de ducados para su causa! Y estaban a su alcance. Sólo tenía que ir a cogerlo ¿Pero cómo? Él estaba avanzando hacia el corazón de Flandes y no estaba en condiciones de desviarse para abordar Middleburg, allá en la costa oeste. Y claro, no osaba siquiera insinuarle al tonto de Lamarck que preparara otro ataque…

— ¿Y entonces quién? La pregunta quedó suspendida en el aire…

Como un fogonazo le vino a la cabeza alguien que estaría muy interesada en joder todo lo posible a los españoles y para la que, tal vez,  la lana fuera suficiente pago. Le escribiría inmediatamente una carta. Si funcionaba sería la puntilla para el Duque de Alba y para la autoridad de Felipe II.

Con movimientos lentos, saboreando la situación que se había conformado en su cabeza, tomó de nuevo la carta del Emperador del escritorio, la arrugó despacio pero con fuerza haciendo de ella una bola, y la lanzó al tímido fuego que crepitaba a duras penas en la chimenea, mientras sonreía a placer. Se quedó observando lo rápido que se quemaba el papel mientras un traicionero pensamiento vino a emponzoñar la idílica escena mental:

— El dinero para pagar a mis mercenarios se consume igual de rápido…

El Camino Español

* un destino que, para desgracia de burgaleses y flamencos, nunca alcanzaron. El caso de las lanas de Medialburque

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