Etapa 9 – Namur – Bruselas. Alcanzar La meta es el principio

Volvió a ser emocionante. Ese último kilómetro hasta llegar a la gran place volvió a emocionarme. El centro de Bruselas estaba lleno de gente. (‘Abarrotao’ que diría el duo sacapuntas). Así que lo recorrimos con lógica prudencia mientras íbamos reconociendo ya algunas calles de haberlas transitado en el Camino Español del 2013.

Bruselas, nos recibía con un día espléndido, tal vez como premio a recorrer mas de 900 kilómetros por una ruta que no recorría nadie desde finales del siglo XVI. Bueno vale, tal vez no sea por eso 🙂  pero en todo caso ayudó a que saboreáramos el momento, que después de nueve días de pedalear tenía su importancia.

Hoy por ser el último día, no fueron todo «flors i violes» que dicen en Cataluña (Es decir, todo sencillo.) La etapa tuvo su miga.

Empezaba bien porque el día ayudaba: Sol. Un excelente y completo desayuno y check-out de «Les Tanneurs» donde hemos estado de fábula. Una propuesta de alojamiento de Turismo de Valonia y Bruselas que merece la pena. (El edificio es absolutamente singular y encantador. ¡¡Y del siglo XVII!! ¡¡de la época española!!).

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Dejamos atrás Namur. Pedaleando despacio, como yéndonos pero sin querernos ir. Namur es una ciudad con mucho encanto, de esas que te pellizcan el corazón, pero la meta estaba cerca y los poco mas de 70 kilómetros que nos separaban teníamos ya ganas de recorrerlos. Y nos pusimos a ello imprimiendo un buen ritmo.

Ritmo que, sin embargo, se vio truncado a lo pocos kilómetros por un inoportuno pinchazo. bueno, no pasa nada. Se cambia y punto. Buscamos una zona segura y nos pusimos a ello. Cierto es que nos costó un ratito, la falta de práctica tal vez. Era la primera vez que pinchábamos en más de 2000 kilómetros (lo que suma la distancia del primer Camino Español y éste que estábamos a punto de finalizar). Eso sí, luego tenía grasa en las manos como si hubiera arreglado un tanque. Bueno, total, que nos pusimos en marcha al rato apretando un poco mas los dientes y subiendo el ritmo para recuperar el tiempo perdido.

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Nivelles, es una ciudad con historia. Tiene un agradable centro peatonal, si bien lo que llama la atención es la plaza que queda dominada por la colegiata. Una plaza muy espaciosa y agradable llena de terrazas de bares. Perfecta para comer y descansar después de los casi 50 kilómetros que separan Namur de Nivelles. Lo más difícil de la etapa estaba hecho.

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En Nivelles se estableció en el siglo XVI una compañía de soldados españoles (con sus esposas e hijos ) para proteger a la ciudad de las incursiones protestantes. Hoy es el actual barrio de St. Jacques (barrio de Santiago). Un conjunto de casas muy coqueto, situado muy cerquita de la plaza, que bien merece la pena para saber cómo eran las casas entonces (Tanto por Namur como por Nivelles pasa el camino de Santiago en dirección a España).

Después de Nivelles, Halle. En esa transición hemos dejado la región de Valonia entramos en la región de Flandes. Se nota porque la información ya no está en francés, está en flamenco, pero como llevamos el GPS no supone mayor problema.

Bonita ciudad, Halle, que tiene una grand-place en pequeñito que se da un aire, salvando las distancias, a la de Bruselas (por lo del rectangular sobretodo). Sello y a recorrer los últimos kilómetros que resultan muy, muy agradables. Los hacemos por carril bici siguiendo un canal fluvial  que nos lleva casi al centro mismo de Bruselas.

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La llegada al centro resulta emocionante. Casi no veo no las calles por las que paso. Estoy atento al tráfico, al GPS y al numerito de la pantalla que dice que faltan 900 metros, 800 metros,… Los edificios anuncian que estamos en el núcleo histórico de la capital de Europa.

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700 metros, 600 metros… De la Europa actual, de la que nos hemos dado, pero también de aquella que se construía, en el siglo XVI, a base de descubrimientos, de conectar el mundo, de abrir rutas, con sacrificio extremo, por tierra y mar por las que trasladar ideas, novedades y tendencias, mejorando la vida de la gente.

500 metros, 400 metros… en aquel complejo y apasionante periodo a caballo entre el Renacimiento y el Barroco. Donde se cimentaron buena parte de las bases del mundo que conocemos hoy, aún a base de guerras pero también de obras eternas en todas las artes y ciencias.

300 metros, 200 metros, 100 metros …  Y en todo ello durante esos casi dos siglos y como actores principales participamos, abriendo caminos y conectando el mundo, los españoles. Con todas las sombras, pero también con todas sus luces que permanecen en pie, esperando a ser reconocidas y puestas en valor, a poco que quiera uno buscarlas.

Ya llegamos. Está ahí delante, al girar.

La llegada no desmerece el sacrificio. Está magnífica. La Grand-Place es … Es magnífica!  Con la inercia de las últimas pedaladas nos dejamos llevar, mirando embelesados los edificios que lucen preciosos con el sol de la tarde. Es magnífica. No se me ocurre otra palabra en esos momentos. Se me va la mente hacia mi esposa y mis hijos. Me emociono.

LA deja la bici en el suelo, también yo. Estaba claro que estos nueve días de pedalear, de convivencia, de reír hasta el dolor de estómago, de sufrir con cuestas infinitas, de disfrutar de paisajes debían quedar selladas con un abrazo. Muchas gracias le digo al oido. Un agradecimiento que creo que le llega al corazón porque del corazón sale.

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El Camino Español

PD: la Grand-Place se rediseñó y se reconstruyó entera en la época española, después de que los franceses la bombardearan salvajemente (1695). De ahí que, en agradecimiento al apoyo recibido por su Rey (y Rey de España), el edificio número 1 de la Grand-Place tenga un busto de Carlos II y sea llamado habitualmente Le Roi d’Espagne.

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