Etapa 10: Roche-Namur: todo en contra, final feliz.

Dios mío ¿ya? ¿ya son las siete? Bufff… No os miento si cada vez cuesta un poco más (mucho) levantarse. La charla de ayer se alargó y preparar las alforjas y la ropa hizo que fuéramos a dormir más tarde de lo habitual. El cansancio de los días de pedaleo se va acumulando así que no es de extrañar esta manía que le estoy cogiendo al despertador…  y la cama es tan cómoda… 5 minutitos más…

El desayuno a la altura de la cena. Abundancia, variedad y calidad.

Sí que es verdad que todos estos días hemos echado en falta en todos los alojamientos en los que hemos estado, algunos elementos que como consumidores de una dieta mediterránea, son básicos en nuestro día a día. También en el desayuno: aceite, jamón-jamón (quiero decir jamón, no prosciutto), tomate para untar,… vamos lo que viene siendo elementos habituales de un «desayuno español» (y que tampoco es que haya que ir a buscarlos a la luna). Este es el tercer Camino Español (después del de 1567 y 1595)  y ya van unos cuantos hoteles (y unos cuantos países) y en todos los echamos en falta.

Hecha esta pequeña salvedad, que será pequeña pero que apuntada queda para el futuro, con el buche lleno y las energías a tope, encaramos la etapa de la mejor manera posible: con pendiente de bajada. Así sí. Pero la felicidad no dura eternamente y estamos donde estamos.  No nos extrañaría que el mismísimo Eddy Merckx se hubiera entrenado por estos lares. Repechones largos y bajadas cortas con el viento en contra para así quitarle todo el aliciente. Repechones sobre repechones a los que después de una bajada que te sabía a poco le seguían más repechones. Eso sí, ciclistas para parar un tren.

Para evitar las carreteras hacemos algunos kilómetros de más. La tranquilidad en el pedaleo tiene un precio y, visto lo visto, lo vamos a pagar más bien caro. En realidad la otra alternativa, la carretera habitual, además de ser transitada también tiene los sube-baja y con el viento en contra tampoco parece una opción muy deseable. Toca apretar los dientes y seguir. Si al menos hiciera bueno… pero no. Así que la etapa transcurre despacio entre algún que otro exabrupto reiterado que a veces acaba en risotada de puro cansancio.  Y sin embargo el paisaje lo merece. El entorno desprende belleza. Incluso en esa situación tan poco envidiable se aprecia.

Marche-en-Famenne espera. Con su firma del Edicto Perpetuo de 1577 (que hubiera significado la Paz en los Países Bajos si el iluminado de Guillermo de Orange no hubiera protagonizar la salvación de un pueblo que no era el suyo. Él era alemán) de la que queda huella en una preciosa iglesia en la cercana Waha. Pero no era Marche el destino final de hoy, era Namur.

Ah… Namur… bonito nombre para una preciosa ciudad que nos llama como las sirenas llamaron a Ulises. Y allí fuimos pedaleando mientras nos acercábamos al río Mosa y a su rivera para continuar hasta la ciudad por el Ravel. Un paseo a la altura de las expectativas. Y al fin, Namur.

La etapa la habíamos hecho de una tacada porque queríamos llegar pronto al fin de etapa. Por la tarde habíamos quedado con las representantes de la Oficina de Turismo de Wallonia. En una ducha, en comer tranquilamente una hamburguesa en un garito del centro y en tomarnos una cerveza mientras se lavaba ropa en una lavandería, se consumió casi todo el tiempo disponible. Bueno aún nos dio lugar a relajarnos un poco en el hotel.

El Royal Snail Hotel es un hotel moderno, cómodo, funcional y con una decoración minimalista. Las camas, que es lo primero que valoramos por razones obvias, son realmente cómodas. El hotel está fenomenal así que no podemos más que agradecer de nuevo a Turismo de Wallonia y Bélgica su colaboración.

Hacia las 19:30 de la tarde habíamos quedado con ellas en la puerta del Hotel y allí nos encontramos, puntuales. Como no nos conocíamos pues surgen las consabidas dudas de si serían o no. Para ellas fue más sencillo detectarnos. Nos presentamos y aún con lo problemas típicos del idioma, la cosa fue desde el principio muy bien. Nos llevaron a la Brasserie François de Namur un restaurante con mucho encanto, con una excelente comida y un servicio esmerado. Y mientras disfrutamos de compañía y cena hablamos de muchas cosas: del Camino Español, claro, y de los proyectos que teníamos, también de Valonia y del potencial que tenía a nuestros ojos.  Y derivado del buen ambiente, también de los hijos, de España, de Valonia… yo que sé. El tiempo pasó volando y hablamos de muchas cosas.

A la salida del restaurante que está justo en frente de la Catedral de Saint-Aubin, les expliqué que en esa catedral reposaba el corazón del hijo de Carlos I. Me miraron sorprendidas. ¿Carlos? ¿el Emperador Carlos? Sí, les dije. Juan de Austria, su hijo bastardo, el vencedor de Lepanto, murió aquí en Namur (en Bouges, localidad cercana que conocían). Y si bien el cuerpo fue embalsamado y llevado a España para que reposara en el Escorial junto a su padre, el corazón fue enterrado en esta iglesia. Detrás del altar hay una placa mandada hacer por Alejandro Farnesio en honor a su sobrino. Fliparon. Como suele ocurrir en las ciudades en las que vivimos, a veces los turistas saben más que nosotros de las cosas que ocurrieron.

Les comenté y así lo creo de veras, que por cosas como ésta (o la catedral barroca más bonita de Bélgica, la Ciudadela, ….), pensamos que puede haber muchos españoles que aprovechen la oportunidad de visitar Bélgica para acercarse a Namur (Dinant, Durbuy,…) a conocer unas  ciudades preciosas, buena gastronomía y también un legado que los españoles de otra época dejaron allí. Eso y que también es responsabilidad nuestra conocer su existencia para poder comprender los giros de nuestra propia Historia.

 

El Camino Español

Nos hemos alojado fenomenalmente: The Royal Snail Hotel (Namur)

Hemos comido muy bien y en ambiente excelente: Brasserie François, Namur

Agradecimientos sinceros a: Turismo de Wallonia y Bélgica

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