El Duque de Alba defiende Holanda (III): La batalla de Jemmingen (2 de 3)

La batalla de Jemmingen (lee aquí la primera parte) fue la tercera batalla (primera batalla, Dalen y segunda batalla, Heiligerlee) que enfrentó a las fuerzas invasoras, encabezadas por los Orange-Nassau y compuestas por miles de mercenarios alemanes, cuyo objetivo era romper la estabilidad de los Países Bajos, contra el ejército concentrado especialmente para proteger esa legalidad, principalmente los Tercios de Flandes, comandados por el Duque de Alba. Tierras donde era soberano Felipe II.

En busca del enemigo…

Avanzadilla de Sancho Dávila, 20 de julio de 1568 10:00 AM
El avance de Sancho Dávila (El rayo de la guerra) y unos treinta arcabuceros se hacía casi a marchas forzadas. Las instrucciones de Alba eran claras: Dar con el enemigo lo antes posible y evitar que cruzara el río Ems. Toda la zona que estaban recorriendo estaba plagada de canales que no permitía un avance rápido. Era tierra inundable y eso era exactamente lo que estaba ocurriendo, las exclusas estaban abiertas y la marea estaba anegando la zona.

La velocidad había tenido su recompensa porque habían podido capturar a un herreruelo germano un tanto lento, los otros más ágiles escaparon, que estaba abriendo exclusas para inundar todo el terreno y cubrir así la retaguardia del campamento mercenario liderado por Luis de Nassau. Un campamento, que tal y como predijo el Duque, estaba en los alrededores de Jemmingen. Dávila, envió junto el herreruelo, a algunos de sus hombres con un mensaje para Alba con una petición de añadir a su avanzadilla 500 hombres más.

Centro de Mando del Duque de Alba, 20 de julio de 1568 15:00 AM
Una sonrisa de oreja a oreja surcó la cara del Duque de Alba cuando oyó la palabra. Jemgum (Jemmingen). El herreruelo germano, hereje hasta las trancas, se quedó atónito al comprobar cómo el «demonio» en persona sonreía y mostraba unos dientes blancos entre la perfilada y canosa barba. Poco más pudo articular el herreruelo porque Alba, con un gesto indicó que lo sacaran. Ya sabía todo lo que necesitaba. Los que lo custodiaban lo sacaron a empujones, lo desnudaron hasta dejarlo en calzas y antes de soltarlo le hicieron jurar que nunca más atacaría tierras católicas. Pocas veces la gratitud permitió a alguien correr tan rápido. Mientras, en la tienda:

— Son nuestros, dijo Alba mientras desplegaba el mapa de la zona encima de la mesa.

Los capitanes se arremolinaron alrededor del plano mirándose entre ellos sin entender bien a qué ser refería.

La información del herreruelo no era la única que les había llegado pero esa la más sensata. Era poco probable que hubiera podido reunir las barcas necesarias para que 12.000 soldados pudieran cruzar el caudaloso Ems. Así que era lógico pensar que los mercenarios estarían asentados cerca de Jemmingen.

– Jemmingen, explicó Alba, tiene a la espalda el río Ems, que dudo que puedan atravesar. El curso curvado del Ems junto con la bahía del Dollard conforma una especie de península, un espacio acotado…

Se hizo el silencio

– ¿y? preguntó uno de los capitanes.

– ¿No lo veis? , replicó Alba. ¡Ellos mismos se han encerrado!

Avanzadilla de Sancho Dávila, 20 julio de 1568, 19:00 AM
Se sorprendió Dávila de lo rápido que habían llegado los refuerzos demandados. No solo eso. También de que se triplicaran los refuerzos pedidos. Mientras leía el mensaje que le había enviado el Duque se sorprendió de la exactitud y urgencia de las instrucciones. En ellas se le indicaba que debía mantener todas las exclusas controladas hasta llegar a Jemmingen y que para ello le enviaba 1.500 arcabuceros y 300 mosqueteros, además de a Marcos de Toledo, Julián Romero y Sancho Londoño al frente de ellos.

En su retaguardia, le decía, avanzaría también paralela al margen de río la caballería y los maestres de Campo Alonso de Ulloa y Gonzalo de Bracamonte al frente de los escuadrones. Por lo que pudiera acontecer.

Una duda le asaltó en ese momento a Dávila. ¿Y él? ¿El Duque de Alba? ¿Dónde estaría? La llegada de cientos de soldados en una alargadísima columna debido a la estrechez de los caminos le sacó de ese pensamiento porque tenía mucho trabajo por hacer y poco tiempo.

Cuerpo del ejército, 20 julio de 1568, 20:00 AM

– La guardia ha establecido el perímetro. El Campo está asentado y tal y como ha ordenado no hay ningún fuego encendido. Aunque no faltan las protestas por tener que cenar frío, Señor Duque.

El Duque mientras repasaba por enésima vez un mapa desplegado en la mesa, asintió con la cabeza sin mirar a su interlocutor, antes de decir con cierta sorna:

– Sobrevivirán. Pero reparta un poco más de vino para calentar los estómagos.

Sus pensamientos estaban ahora evaluando de nuevo la situación. Dividir sus fuerzas ante 12.000 enemigos era una decisión arriesgada. La estrategia era, eso sí, clara: Hacer una pinza y forzar el ataque por el flanco del río mientras bloqueaba otros posibles movimientos del enemigo fijando su posición en el camino perpendicular al río Ems y que llevaba a Jemmingen.  Tenía sus ventajas, claro, pero el riesgo era evidente: Dividir las propias fuerzas ante un enemigo imponente.

El factor sorpresa es fundamental. Se repitió. También la estrechez de los caminos en las zonas paralelas al río que ellos mismos han ido anegando. Incautos. Eso hará que su número no sea tan relevante. Un pensamiento cruzó su mente y no pudo más que sonreir:

— Los Tercios en Jemmingen como los Espartanos en las Termópilas…

El Camino Español

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