En Marzo del año 2014 realicé el Camino Español, de Milán a Bruselas, utilizando básicamente trenes y algún autobús. La distancia entre ambas ciudades en línea recta no llega a los 700 kilómetros; viajando en trenes por el camino más corto, a través de Suiza, Francia y Luxemburgo, ascienden a unos 900. Pero caminando y cruzando los Alpes por el antiguo Ducado de Saboya, en Francia, como hacían los soldados de los Tercios de Flandes, la cantidad de kilómetros se eleva hasta los 1.300.
Había estudiado que desde 1567 hasta 1634 los Gobiernos de Felipe II, Felipe III y Felipe IV, para combatir a los rebeldes Protestantes en los Países Bajos, habían enviado tropas y dinero desde el Milanesado a Flandes, a pie, en un trayecto que oscilaba, de promedio, entre treinta y dos a sesenta y tres días, a lo largo de un corredor que atravesaba el Ducado de Saboya, el Franco Condado y el Ducado de Lorena antes de entrar en Bruselas por Luxemburgo. De este modo se evitaba traspasar territorio de Francia, país con el que España mantenía constantes guerras. El trayecto por mar vía el Canal de la Mancha era desaconsejable por resultar demasiado arriesgado, pues corsarios ingleses, piratas hugonotes franceses y posteriormente los filibusteros holandeses llamados “Mendigos del Mar”, acechaban las aguas para impedir el paso de naves españolas con destino Flandes.
Para alcanzar el Milanesado previamente los soldados se embarcaban en Cartagena o Barcelona, hasta Nápoles o Génova, y a continuación proseguían a pie hasta Milán, nuestro “campamento base”. Cuando algunos de los ducados “amigos” de España negociaron una alianza con Francia, el Camino Español debió realizarse buscando otras rutas alternativas y como consecuencia de ello se atravesaron los cantones de Suiza, o bien se siguió por el Valle de la Valtelina para penetrar en el Tirol y de allí enfilar a Baviera, luego el Palatinado, hasta entrar en Luxemburgo surcando Alsacia. Los preparativos para llevar a cabo el Camino Español con éxito resultaron ser verdaderas hazañas logísticas en su tiempo.
En el pasado había completado varios peregrinajes a Santiago de Compostela desde los Pirineos y otros puntos de España, a pie. También había realizado el Camino Real de Tierra Adentro, creado por los españoles (su artífice fue Don Juan de Oñate), desde Taos Pueblo (en Nuevo México, Estados Unidos de América) hasta la capital de México, empleando autobuses para recorrer durante tres semanas unos 2.500 kilómetros, escalando en las ciudades más históricas y atractivas, como Santa Fe, El Paso, Chihuahua, Sombrerete, Guanajuato, Zacatecas, Aguascalientes, Querétaro, etc. El Camino Español era, pues, un nuevo objetivo que como viajero español sentía que debía acometer. Además, prometía ser sumamente interesante y bello por los lugares que recorría al cruzar los Alpes, con paisajes naturales prodigiosos por los alrededores del Mont Blanc. También noté que podría visitar diversos Patrimonios de la Humanidad de la UNESCO durante mi derrotero. Por otra parte los nombres de los territorios por los que los Tercios de Flandes transitaban en las diversas variantes del Camino Español, tales como Los Grisones, Borgoña, Véneto, Suabia, Brabante y hasta los Estados Pontificios, me sonaban a cuento, me embelesaban y pronunciarlos era como música celestial para mis oídos; me evocaban los países imaginarios de Borduria y Syldavia en las aventuras de Tintín. Además, deseaba conocer un poco mejor ese período de la historia de España y de Europa. Para ello me había propuesto hacer observaciones y estudiar sobre la marcha toda la literatura que me fuera posible, visitar museos de historia relacionada con el Camino Español y conversar con las gentes locales que me pudieran ayudar en mi objetivo.
Todos sabemos acerca del legado español en forma de palacios, iglesias, escuelas, mansiones señoriales y otras construcciones espectaculares en el Reino de Nápoles, en la isla de Sicilia, en la isla de Cerdeña, en el Milanesado. Todos hemos oído hablar del “Forte Spagnolo” de L’Aquila, en la región de Abruzos, que mandó erigir el Virrey de Nápoles Pedro Álvarez de Toledo, o del Palacio Real de Caserta (Patrimonio de la Humanidad), en la región de Campania, que ordenó construir Carlos III. Sin embargo, se suele ignorar lo que España aportó a los territorios que conformaban el pasillo por el que transcurría el Camino Español y los Países Bajos.
El día 2 de Marzo del año 2014 volaba emocionado de Barcelona a Milán pensando para mis adentros: ¡A ver qué aventuras me depara el Camino Español en esta nueva andadura!
FOTOS DEL CAMINO ESPAÑOL RELACIONADAS CON ESPAÑA











ESTACIONES DE TRENES DEL CAMINO ESPAÑOL











LAS OFICINAS DE TURISMO
Las Oficinas de Turismo te aportan información, un mapa gratuito de la ciudad y un sello en la Credencial.









LOS SIETE SITIOS UNESCO DEL CAMINO ESPAÑOL







COMER Y DORMIR EN EL CAMINO ESPAÑOL
Salvo en Bruselas el último día, que me di el placer de comer un couscous de cordero en un restaurante marroquí, siempre probaba de capricho alguna vianda típica en las tascas, para matar el hambre. Y antes de buscar alojamiento entraba en un supermercado para abastecerme de pan, queso y una botella de zumo de frutas que devoraba una vez instalado en mi dormitorio. Mi economía no daba para más. Hay que tener en cuenta que el precio por dormir en los albergues oscila entre los 20 y los 25 euros por noche, y se incluyen los juegos de cama y el desayuno, que suele ser bufet libre, y uno puede saciarse de cafés con leche, jugos, frutas, huevos cocidos, tostadas con mermelada y mantequilla, bocadillos de mortadela, etc. Al viajar solo me alojaba en los dormitorios de los albergues, ya que dormir a la intemperie no era juicioso por el frío que hace en marzo en el centro de Europa. De viajar dos personas suele ser más conveniente alquilar una habitación doble en un hotel. modesto.




GASTOS DEL CAMINO ESPAÑOL
Durante la semana del 2 al 9 de marzo de 2014, gasté lo siguiente:
- Dos billetes de avión por Internet (Barcelona – Milán y Bruselas – Barcelona): alrededor de 120 euros
- Alojamiento cinco noches en Albergues de Juventud (la primera dormí sobre un banco de madera en la estación de trenes de Chivasso, cerca de Turín, donde tenía que hacer transbordo, y la séptima en un sofá del aeropuerto de Bruselas): unos 115 euros
- Transporte en trenes y autobuses: unos 205 euros
- Comidas y bebidas (a un promedio de 15 euros por día): unos 120 euros
- Extras (entradas a museos, una caja de chocolate belga que compré en la Grand Place para mi hija en Barcelona, varias cervezas trapenses en las brasseries de Bruselas): unos 70 euros
Total: unos 630 euros, o un promedio de 90 euros por día, todo incluido.
Fuente: Blog de Jorge Sánchez