El «Real Ingenio», la mayor Transferencia Tecnológica y el mayor convoy industrial hasta el siglo XVI, hizo El Camino Español

El Camino Español lo abrieron de manera permantente los Tercios para conectar Milán y Bruselas. Y con su tránsito, lo convirtieron en una ruta segura. Esa seguridad, dió la confianza necesaria para que muchas más personas lo utilizaran. Y éste que os presentamos es otro ejemplo de las ventajas de que la Monarquía Hispánica tuviera como uno de sus objetivos principales conectar sus territorios o, lo que era lo mismo, conectar el mundo.

Nos tenemos que ir hasta la localidad de Schwaz (muy cerquita de Innsbruck, en la actual Austria) donde se descubrió a mediados del siglo XV la madre de todas la minas de plata (hasta entonces). De la necesidad de acuñar toda esa plata en moneda, surgió en las inmediaciones una prolífica industria que dió vida a la zona (y que merece una visita turística).

Pero lo cierto es que, desde la invención de la moneda hacía muchos siglos, la tecnología de acuñación no había mejorado y se venía haciendo a martillo. Cada vez más finamente… pero a martillo. Fue en la cercana localidad de Hall in Tirol (a medio camino entre Schwaz e Innsbruck) donde se dió con el chiste creando un ingenio de laminación impulsado por grandes ruedas hidráulicas que automatizaban y perfeccionaban la acuñación de la moneda. Iniciaba su andadura la década 1580.

Es aquí donde entra nuestro admirado Felipe II (sí, con todas sus sombras pero con todas sus luces. Que fueron más) que es informado del ingenio que estaba perpetrándose en aquella pequeña localidad del Tirol (a dos mil kilómetros, de los de la época, de Madrid).

Para el Rey Prudente, la acuñación de moneda era un serio problema (otro más…) dado que la plata en bruto le servía para lo mismo que una patada en salva sea la parte (es un decir, claro…). La cuestión es que, en general, necesitaba que la plata del quinto del rey  llegada de las minas americanas y españolas fuera acuñada lo antes posible para ponerla en circulación y cubrir la demanda que los nuevos tiempos requerían… y eso a martillo y una por una llevaba su tiempo.

Lo que ahora nos puede parecer obvio, llevar industria pesada (lo de pesada ahora vereis por qué), en aquel entonces era absolutamente rupturista (por utilizar lenguaje más actual…) por la dificultad extrema en las comunicaciones. Y no estaría de más darle el mérito que merece a la persona que se le ocurrió que eso era posible y viable. Felipe II dió instrucciones para contactar con su primo Fernando II (Archiduque del Tirol) y solicitarle que la Ceca de Hall construyera la maquinaria necesaria para la Ceca de Segovia cuyos edificios él había mandado levantar para albergar el «Ingenio». Fernando II, encantado de llevarse bien con el «Barack Obama» del momento, apremió a su gente para construir la maquinaria.

En Segovia (7 de noviembre de 1583) se iniciaba la construcción de la Ceca, de la mano de Juan Herrera (conocido por ser el arquitecto también de El Escorial), que daría cobijo a todo el complejo.

El 2 de octubre del año 1584, la preciosa carga fue estibada en 25 caballos y salía, con paso incierto ante la tamaña aventura, de la Ceca de Hall. Media tonelada (¡¡media tonelada!!) de tecnología punta para cambiar la industria de acuñación de la monarquía hispana que tenía como destino Segovia. Una tecnología que luego sería adaptada y exportada a las Cecas americanas para acuñar una moneda que era la cadena de transmisión necesaria para cambiar el mundo. De la mano de España, el planeta se iba haciendo en todos los sentidos a la medida del hombre.

El convoy industrial más grande jamás organizado hasta entonces, conteniendo una transferencia tecnológica de primera magnitud, recorría sus primeras jornadas remontando los Alpes por el valle del río Inn. Por delante trescientos kilómetros de la cadena montañosa por excelencia de Europa, todo un reto en sí misma, que se vió agravada por las dificultades meteorológicas. Las inundaciones hicieron imposible el tránsito por el Valle de la Engandina (habitual ruta del Camino Español) que debía llevarlos hasta el Lago de Como, así que tuvieron que cambiar al otro valle de referencia: el Valle de la Valtelina (también referencia habitual de los Tercios). Entre uno y otro el Macizo de Bernina: Temible.

Para ese transitar contratan lugareños para evitar perderse y que los acerquen al Valle de la Valtelina. Luego siguiendo el curso del rio Adda llegan al Lago de Como, a Colico (allí donde el Conde de Fuentes edificaría el Fuertes de Fuentes y que controlaría ambos valles Engandina y Valtelina) en la otra cara de los Alpes. Territorio de la Monarquía Hispánica.

Desde Colico en barco hasta Como (que da nombre al precioso lago). Y desde Como hasta Milán por la Lombardía Hispánica. De allí, por Liguria, hasta la ciudad portuaria de Génova , aliado estratégico de España, siguiendo el Camino Español tantas veces recorrido por los Tercios.

En Génova se contratan los servicios de una galera para transitar por un Mar Mediterráneo que, si bien era más seguro desde la transcendental victoria en la Batalla de Lepanto, todavía escondía sorpresas, normalmente pésimas. El desembarco en el populoso puerto de Barcelona se celebra por todo lo alto porque lo más peligroso de la ruta ha sido completado con éxito. Era el 17 de abril de 1585 y habían quedado atrás 1100 kilómetros de dura ruta.

Quedaba por delante, por el Camino de Flandes en sentido inverso, Barcelona, Zaragoza, Daroca, Guadalajara y Madrid. Después de ocho meses de arduo viaje, el 1 junio de 1585 llega el convoy a Segovia. Cuatro semanas después ya se había acuñado la primera prueba.

El famoso «Real Ingenio», que así se llamó al conjunto, funcionó a lo largo de casi tres siglos dando vida a la Ceca de Segovia que cambió por completo la industria de acuñación española (y mundial). Y es allí donde debéis visitarlo, porque en esas paredes se guarda otra prueba más de que aquella España nuestra enseñó a ese mundo del siglo XVI y a las generaciones venideras que no había límites.

El Camino Español

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