Forjando un Imperio (y II): Política, Unidad de Mercado y los Tercios de Flandes

Decíamos que con Diplomacia y Defensa conseguías estabilidad exterior importantísima para tener paz en el interior. Pero con eso no se forja un Imperio, ni lo mantienes en el tiempo, ni cambias el mundo (literalmente).

Para poder andar ese camino entra en el juego la política. Política con la que mueves los hilos para que, entre muchas otras cosas, se genere una Unidad de Mercado dentro de tus territorios que (entonces igual que ahora) facilite el comercio. Comercio como fundamento de la mejora en la vida de la gente (y de la que la monarquía sacaba buenos réditos económicos, que ya por entonces nadie daba puntada sin hilo).

La religión se mezclaba con la política como ingredientes de la misma salsa. A veces lo hacía para bien y otras veces para mal, pero en aquellos tiempos en Europa funcionaba así (de hecho, ahora, en muchos países del mundo sigue funcionando así…).

EL-IMPERIO-DE-FELIPE-IIRecordemos, por otra parte, que la Monarquía española era soberana de varios Estados. Estados independientes, con sus propias leyes y con sus formas propias de administrarse, sin continuidad geográfica (detalle muy importante) y con una extensión abrumadora. Con estas premisas el concepto «Unidad de Mercado» para la Monarquía Española era muy diferente (y muy, muy cercano al actual) al de cualquier otra nación europea de entonces cuyos territorios se limitaban a su reducido suelo patrio.

En ese aspecto, la organización en virreinatos (o gobernadores, en algunos casos) del territorio desarrollada en todos los Estados de la monarquía permitía una interrelación estrecha entre estos Estados que conformaban la Monarquía Hispana (a la vez que se conseguía mantener sus propias estructuras internas). Unos Estados independientes donde cada uno tenía una función principal dentro de la maquinaria (y este es otro aspecto clave del comercio global instaurado por la Monarquía Hispánica)

Así durante aquel siglo XVI y XVII…

– Castilla generaba materias primas de primera calidad que eran distribuidas a los otros Estados. Suya era la función de cartografiar y comunicar América y traer de allí productos. Comerciaba con los Países Bajos por el Atlántico y con Aragón.
– Aragón, generaba materias primas, tenía industria transformadora pero su tarea principal era comerciar con Nápoles y Milán ( a través de Génova)  por el  Mediterraneo, lógicamente.
– Nápoles tenía funciones de defensivas del Mediterráneo contra el turco (eso la excluía de tener funciones principalmente productivas).
– Milán funciones defensivas (Francia). También de conexión con la rama Austríaca de la familia y el resto de la Península Itálica para comerciar con los productos que llegaban de España (y América) vía Génova.
– Franco-condado, el Estado más incomunicado y sin embargo ejemplo claro de que el sistema funcionaba porque durante su época española (siglo y medio) vivió el periodo más largo de paz, estabilidad y progreso de su Historia.
– Los Países Bajos. Ellos tenían dos funciones, ambas relacionadas por su situación geográfica en el corazón de Europa. Por un lado, influencia diplomática en el resto de países cercanos (Estados alemanes, Francia, Inglaterra, Estados del Norte. Es decir, antes igual que ahora) y, por otra parte, por la cercanía comercial, albergar la industria transformadora principal de la Monarquía. Los productos de calidad que España enviaba (sal, lana,  encargos de libros y mapas,..) eran transformados por su industria de salazón de pescado, paños e imprenta (tampoco penséis que hacían microchips y drones,…)

Sevilla, Amberes (Paises Bajos) y Génova eran los puertos clave de aquella época (y no era por casualidad…).

Así cada Estado se especializaba en gran medida en una función. Y a todos estos Estados les unía que eran católicos. Una cualidad que los hacía válidos para formar parte de la «Unidad del Mercado» porque esa cualidad sentaba las bases de una manera de pensar y de hacer las cosas razonablemente homogénea y que, con diferentes maneras de organizarse y con leyes heterogéneas, defendía un mismo objetivo en el plano moral y por lo tanto en un plano superior al terrenal (otra cosa es que al final tuviera componentes en plano político).

Dado que las leyes de los Estados de la monarquía eran diferentes, romper el nexo de unión que era compartir el mismo credo, atentaba contra las bases de la monarquía y en consecuencia de la Unidad de Mercado y del desarrollo del comercio que eso generaba.

Pero la Política no siempre podía resolver todos los problemas. Y cuando la política no alcanzaba a solucionar el problema, cuando la Diplomacia y las buenas palabras no servían y cuando un postura Defensiva no era suficiente para mantener salvaguardada la esencia de la Unidad que permitía el desarrollo natural del comercio, cuando se atentaba contra esa esencia, la Monarquía tenía LA respuesta definitiva: Los Tercios Españoles.

Así la Monarquía Hispana defendió su «Unidad de Mercado», en la Rebelión de las Alpujarras y de manera definitiva en Lepanto, ante el envite y la amenaza que suponía ceder terreno al Turco. Y por eso los Tercios fueron enviados a dejarse la piel a Flandes donde los protestantes ya dejaron claro a principios del siglo XVI que, lejos de la tolerancia que decían defender, ellos también estaban por la unidad de mercado, pero de los territorios protestantes (aunque fuera a costa de ganarle territorio por la fuerza de las armas a los estados católicos y no al Turco).

Los Tercios Españoles eran el argumento muchas veces definitivo que permitía a la Monarquía Hispánica salvaguardar una reputación (tan importante entonces como ahora en este mundo de Internet del siglo XXI) que facilitaba mucho las cosas. Un ejército profesional bien engrasado con el que cubrir durante dos siglos las brechas que la política y la diplomacia, desgraciadamente, no alcanzaban a cerrar.

Para no perder la visión global y poner en valor la labor de los Tercios particularmente y de la Monarquía Hispánica en general, resulta clave resaltar que mientras se sucedían las guerras en Europa en el siglo XVI y XVII  alentadas y financiadas, cuando no provocadas, en gran medida  por Francia o por los protestantes (y es que a España no le interesaba en absoluto estar en guerra) la gran beneficiada de esa defensa que hizo la Monarquía Española de su manera de ser y de sus territorios en Europa fue América. Una América mayoritariamente española que durante tres siglos, y gracias a la paz y la protección de la que gozó, desarrolló un comercio que la hizo prosperar hasta igualarse a Europa.

El Camino Español

PD: Y aunque hablemos de religión y de credos, no deberíamos cargar las tintas sobre estas palabras. La culpa es siempre de los hombres que convierten cualquier palabra por sagrada y superior que sea en un arma arrojadiza. Y perdonen ustedes el acomodo, pero ahora que la religión está fuera de la política nos traen a la palestra la lengua y el idioma… mismo perro con distinto collar.

1 comentario en “Forjando un Imperio (y II): Política, Unidad de Mercado y los Tercios de Flandes”

  1. Muy bien estructurado. ¿Algún enlace para profundizar sobre las materias primas de Aragón y Castilla? Gracias

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