V – El Terrible Trieno (1568-1571). La Pequeña Edad de Hielo: Inviernos heladores. Veranos infernales.

El Terrible Trienio del que hablamos en esta serie de post aconteció en un periodo climático absolutamente excepcional. Tan excepcional como para que tenga su propio nombre: La Pequeña Edad de Hielo.

El nombre, por sí mismo, ya indica por donde van los tiros sobre cómo se comportó el clima en aquella época. Y lo cierto es que sucedió no hace mucho, entre los siglos XIV y XIX, y tuvo su periodo más crudo, justamente, entre 1560 y 1660. A esta fase le llaman los entendidos la “Fase Fría”. La Fase Fría de la Pequeña Edad de Hielo (… sin comentarios…)

Así que en el cortísimo periodo del que hablamos (tres años) los Países Bajos estaban ya inmersos en lo peor de este «cambio climático».

Un cronista de la época, al que le tenemos un especial cariño el Capitán (Alonso Vázquez), indicaba en sus crónicas que en Flandes “que de doce meses del año, nueve son de invierno y tres de infierno“ (*).

«nueve de invierno…». Un invierno crudo y largo al que la gente se había ido adaptando, mal que bien, porque vivir en una zona lluviosa hasta el hartazgo, aunque fría, tenía sus ventajas: La tierra era fértil. Así las cosechas eran abundantes y el ganado crecía ‘por castigo’. Unas casas apropiadas para el frío, buena cerveza y en cantidad (hasta convertirse en vicio) y unos bosques casi infinitos (por lo de la leña) hacían la vida más llevadera.

Un equilibrio razonable que permitía una vida cómoda y segura en tierras de Holanda y Frisia (zonas costeras de los Países Bajos) y que se llevó por delante un Tsunami el día de todos los santos de 1570.

Un Tsunami que arrasó más de 400 kilómetros de costa y se metió hasta 50 km en el continente (casi como la CCAA de Valencia)  rompiendo diques, destruyendo poblaciones enteras, arrasando campos y almacenes de grano, ahogando a personas (20.000 muertes directas hablan las crónicas de la época) y a animales. Hoy le llamaríamos sin lugar a dudas «zona cero».

El equilibrio por supuesto quedó roto ese 1 de Noviembre de 1570. Un 1 de Noviembre. Con el invierno a las puertas. Con un invierno en la Fase Fría de la Pequeña Edad de Hielo. Sin casas. Sin cultivos. Sin animales. Sin reservas de grano. Todo arrasado. Y los campos inutilizados por la salinidad del agua que la tierra, muchos meses después y una vez reparados los diques, había terminado por absorber.

No resulta dificil entender que muchas personas buscaran otras zonas donde dar de comer a sus familias. El campo tiene sus ventajas pero necesita tiempo y tierras fértiles. En las ciudades se puede conseguir trabajo y obtener algo de dinero rápidamente para ir tirando. Por ejemplo, la cercana Amberes.

Claro que Amberes, el corazón económico de los Países Bajos, hacía dos años que sufría los severos rigores de un  infame y durísimo bloqueo comercial al que la tenía sometido su compatriota Guillermo de Orange y los «Mendigos del Mar» (con base en la cercana Dover. Inglaterra). Tanto los amberinos como los desplazados por el Tsunami (y faltos de todo) se veían amenazados severamente por la incapacidad de la ciudad de abastecerse apropiadamente. Ni siquiera de continuar con su actividad comercial o industrial por la falta de materias primas.

La rotura de los Diques de conteción se aliaba con Guillermo de Orange y a sus compinches (estremece pensar que fuera provocada a propósito) y venía a agravar severamente el desastre económico provocado por los rebeldes que estaba poniendo a la ciudad y a sus habitantes a las puertas del colapso.

Pero no acaba aquí la cosa…

«… y tres de infierno». Y llegó el verano. El verano de 1571. Un verano caluroso. Muy caluroso. En un territorio en ningún caso preparado para soportar temperaturas altas durante un periodo largo. Y menos si tienes zonas de una ciudad populosa (Amberes, por ejemplo, con más de 60.000 habitantes de los de entonces) viviendo en precario.

Como en precario vivirían seguramente todos aquellos que vendrían empujados por el hambre después del Tsunami. No es difícil imaginárselos malviviendo en chozas, con escasas condiciones de salubridad, seguramente amontonados, sufriendo los rigores del hambre y del calor. Foco seguro de enfermedades.

Después de un invierno durísimo, con imposibilidad de abastecer a la población adecuadamente, el respiro que debía suponer la primavera y el verano se convierten en un regalo envenenado porque en ese verano de 1571 apareció por las calles de la angustiada Amberes, la temida peste.

Una peste que haría áun más profundas y duraderas las heridas que, a sabiendas de la situación de los flamencos, estaba provocando y agravando Guillermo de Orange y sus «Mendigos del Mar».

El Camino Español

PD: el periodo que va entre 1568 y 1571, el Terrible Trienio, marcó el punto de inflexión a partir del cual Amberes dejaría de ser el puerto comercial principal y de referencia en el norte de Europa.

(*) La crónica la escribió entre 1577 y 1592. Es decir seis años después de que apareciera la peste en Amberes. Sin embargo nos parece un dato identificativo y relevante. Los meses de Julio, Agosto y Septiembre eran terribles del excesivo calor que hacía, dándose casos de muerte por insolación, según indican sus crónicas.

Serie el Terrible Trienio

I – Terrible Trienio (1568-1571): Los “Mendigos del Mar” o cómo empobrecer a tu propia gente. 1568

II – Terrible Trienio (1568-1571): Isabel de Inglaterra roba a los Tercios y hunde más a los flamencos. 1569

III – Terrible trienio (1568-1571): El Duque de Alba hace de “Montoro”. 1569

IV – El Terrible Trienio (1568-1571): El Tsunami de Holanda o las dos puñaladas a Flandes. 1570

V – El Terrible Trieno (1568-1671). La Pequeña Edad de Hielo: Inviernos heladores. Veranos infernales

VI – El Terrible trienio (1568-1571): Peste en Amberes. 1571

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