La Flandes del siglo XVI vista por un Capitán de los Tercios (I)

Se podía afirmar sin temor a equivocarse que, en general, todas las provincias de Flandes eran ricas y poderosas. Es la conclusión con la que empieza su crónica Alonso Vázquez, nuestro admirado cronista y Capitán de los Tercios de Flandes. En palabras de un historiador «el autor que más espacio ha dedicado a la descripción pormenorizada de la gente (de Flandes) y de sus usos y costumbres». ¿Españoles del siglo XVI describiendo a otras naciones y no al contrario? Toda una novedad que iremos desgranando.

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FLANDES

El aire de Flandes, dejó escrito el Capitán Vázquez, era húmedo pero saludable y la tierra generaba un excelente pasto para un ganado que era numeroso y bien nutrido. Tanto que llama la atención a nuestro protagonista pues «engendra fecundísimos ganados que dan copiosamente sus crias, y tanta leche, que es cosa increible«. Y no solo vacas, también bueyes enormes de los que ya disfrutaban de su magnífico sabor «[…] de tan sabroso gusto que no hay carne que se les iguale

Tanta lluvia, buena para muchas cosas, era sin embargo penosa para otras: «Hay muy pocas frutas, y esas sin sazón«, «por milagro llegan a tener el sabor que las de España e Italia«.

Claro que tampoco tenían «melocotones, higos, ciruelas, melones, hortaliza muy poca, lechugas, perejil, no se siembran ajos, ni los comen. No hay pimientos, azafran, sal, ni garbanzos, lentejas, arroz, ni almendras, porque todo se lleva de España. No hay olivas ni aceite, en lugar dél se adereza de comer con manteca de vacas. No hay naranjas, ni limones, ni otras frutas desta calidad, ni en las campañas ni montes hay romero, espliego o alhucema, tomillo ni ningún género de hierbas olorosas«.

El vino, los flamencos, lo importaban en cantidades enormes porque el de la tierra «es muy áspero y sin gusto«. Todo lo contrario que la cerveza que merecerá capítulo a parte por su abundancia, excelente sabor y variedad. A la luz de esta información, se entiende más fácilmente que a los comerciantes españoles les interesara que Flandes siguiera en la órbita del Rey de España (y también que la gastronomía no fuera su fuerte).

No había en Flandes «encinas, abetos, pinos, […] pero hay bellas y empinadas hayas, altos y robustos robles y otros muchos árboles […] y todo el año están vestidos de sus hojas«.

No era un clima benigno, ni para la fruta ni para las personas, hasta el punto que se decía «que de doce meses del año, nueve son de invierno y tres de infierno«. A decir de nuestro protagonista, que lo sufrió en sus carnes, los meses de Julio, Agosto y Septiembre eran terribles del excesivo calor que hacía, dándose casos de muerte por insolación. De los otros nueves de meses de frío y humedad ya teníamos más referencias.

Habiendo tanta vegetación por las lluvias tan frecuentes, sí tenían excelente caza y cantidad de animales silvestres (también lobos más feroces y grandes que los de la península) y todo género de pájaros que se criaban en la espesuras de florestas que tenían extensiones enormes y cuya abundante madera se utilizaba para la construcción de edificios y navíos.

Los caudalosos ríos que, viniendo de los Alpes, cruzaban Flandes les proporcionaban buena pesca de agua dulce que «se venden vivos y los tienen en agua en las pescaderias«. La cercanía del Atlántico les proporcionaba abundante y variado pescado de agua salada. El sector del pescado movía mucho dinero, a oídos del autor llegó que «los salmones, doscientos mil (ducados), y las sardinas arenques, un millon y quinientos mil ducados al año«. Y un ducado era una moneda de oro de 3,6 gramos de gran pureza.

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Lonja de pescado, Gante

Las lluvias en Flandes aunque abundantes solían ser finas, las menos veces torrenciales y menos aún convertidas en tormentas porque «no hay truenos, relámpagos ni rayos, ni muchas tempestades, porque como la tierra es tan baja y el aire húmedo y templado no da lugar a que las haya«.

De los moradores de esas tierras dice son dados al comercio pero también, y en mayor medida, a las armas. Tantas guerras habían sufrido en su historia que los había enseñado a ser buenos y valerosos soldados, si bien un vicio generalizado daba al traste con el buen talante de esas gentes. Un vicio casi exclusivo de hombres porque las mujeres lo habían aprendido a controlar, del que sacaban buen provecho y del que hablaremos en la próxima entrega.

El Camino Español

Alonso Vázquez (Ocaña o Toledo 1577 – Andújar 1615), Capitán de los Tercios de Flandes y excelente cronista. Nos legó el más extenso testimonio histórico que disponemos sobre las guerras de los Países Bajos desde 1577 hasta 1592, en algo más de 1.700 páginas impresas. «El autor que más espacio ha dedicado a la descripción pormenorizada de la gente y de sus usos y costumbres» enriqueciendo su aserción con numerosas citas y ejemplos.

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