Un Duque (de Alba) y un Rey (Felipe II) rendidos a una mujer: Sofonisba Anguissola

El Duque del Alba debió quedar impresionado. Gratamente impresionado. También otro buen puñado de hombres durante la vida de Sofonisba. Unos por su talento, otros por su belleza y su manera de ser. Lo que, en todo caso, parece claro es que ella marcó y labró su propio destino.

Nació, Sofonisba Anguissola, en la ciudad de Cremona, en el Milanesado. Ducado al norte de la Península Itálica que justo ese año de 1535 iniciaba su andadura formando parte de uno de los territorios más preciados de la Monarquía Hispánica.

Allí se formó como pintora, no sin dificultad. Pero ya dijimos que ella iba a labrarse su propio destino. Tenía duende la muchacha y algunos posibles la familia porque se traslada a Roma a los veintipocos años y allí entra en contacto con el gran Miguel Ángel del que recibe consejos y atenciones durante dos años. Algo vería en ella Miguel Ángel, pero por aquel entonces (y tuvieron que pasar muchos siglos) no se permitía a una mujer convivir ni formar parte de un taller de hombres. Y de pintar modelos desnudos, ni hablamos.

A los 27 se traslada de nuevo a Milán donde fija su residencia. Allí su talento llega a oídos del Gonzalo Fernández de Córdoba, Duque de Sessa, Gobernador del Milanesado. Y de los de éste pasa a los del Duque de Alba que por entonces, hacia 1558, se dejaba caer por aquellas tierras para mantener a raya a los franceses que andaban mareando la perdiz generando guerras por Europa a su mayor desdoro.

Y la hace llamar para que le haga un retrato. Él, el Duque de Alba. A una mujer. En aquella época. Un retrato. ¿No habría pintores en la tierra? ¿No habría excelentes pintores en la cuna del Renacimiento? Y sin embargo se lo encargó a ella. Y con ello el Duque le abría las puertas de par en par para convertirse, por méritos propios, en la primera pintora de éxito del Renacimiento. No se os pase por la cabeza que no hubiera quien lo criticara. Pero ¡y qué!. Él era el Duque de Alba, la confianza en lo que decía y hacía le rebosaba por los cuatro costados y le importaba una higa lo que dijeran (algo de eso pasó años después cuando decían que se comía niños para desayunar y era un tirano allí en Flandes).

Ese retrato hecho por Sofonisba (que lamentablemente se ha perdido) le dejaría impresionado. Tanto por el arte de sus trazos como por la persona que los ejecutaba. Lo suficiente (es decir, mucho) como para hablar de ella a Felipe II. Y visto lo visto Felipe confiaba en el criterio del Duque más allá de lo militar, así que la llamó a la Corte. Por ser una excelente pintora, sí, pero no solo por eso, que Felipe era hombre que no gustaba de dar puntada sin hilo.

Para entonces, hacia 1559 el rey francés estaba mostrando la cerviz al rey español después de San Quintín y Gravelinas y se intuía en el ambiente un doble casamiento para asentar la paz hispano-francesa. La nueva esposa de Felipe II, Isabel de Valois contaba por entonces con poco más de trece años y si bien a esa edad es pronto para todo, sellar la paz era primordial. Fundamental. Así que, con tan corta edad, la nueva reina necesitaría damas de compañía, algunas francesas, otras españolas, pero Felipe tenía en mente que Sofonisba, una mujer resuelta, independiente, despierta, y amante del arte como Isabel, podría facilitar la integración de la futura reina a las costumbres de la corte española a la vez que ella misma se integraba, guiándole los pasos como una hermana mayor (contaba por entonces con 27 años).

Fue el Duque del Alba el que desposó, en nombre de Felipe II, a Isabel de Valois en Paris, pero la boda con los novios presentes fue en el Palacio del Infantado, en Guadalajara. Así Isabel de Valois y Sofonisba Anguissola desembarcaron, con unos pocos meses de diferencia, en la Corte Española. Eso las uniría con un afecto sincero.

Sofonisba iniciaba así su andadura como pintora de corte y dama de compañía o dama de compañía y pintora de corte, porque en ambas funciones se descubrió con un excelente talento. Ambas mujeres se harían íntimas y Sofonisba retratará a la reina, a su marido, a la hermana del marido y a las dos preciosas niñas que nacen de este matrimonio. Una corte feliz y radiante cuya mejor muestra para la posteridad son los cuadros exquisitos realizados por Anguissola, cuya fama se extiende a esas alturas por toda Europa.

Felipe II Sofonisba Anguissola
Felipe II – Sofonisba Anguissola

La prematura muerte de Isabel de Valois fue un mazazo para la familia real y trastocó lógicamente todos los planes. Sofonisba debía haber dejado la corte entonces, dado que los cargos de damas de la reina solían extinguirse con el fallecimiento de ésta, sin embargo su estancia en la Corte se alargó cinco años más. Felipe II consideró que Sofonisba, a la que también apreciaba sinceramente, podría paliar en alguna medida el vacío dejado por la reina en sus hijas (Isabel Clara Eugenia contaba con dos años, y Catalina Micaela con tres).

Anguissola siguió además pintando y perfeccionando su técnica. Pero los años pasaban y en 1570 aún continuaba soltera (contaba con 35 años). Los servicios de Sofonisba a la monarquía había sido muchos y excelentes así que Felipe quiso premiarla al desligarla del cuidado de sus hijas. Para ello arregló un matrimonio con el hijo del virrey de Sicilia para garantizar su posición. La ceremonia se celebró con gran pompa y ella recibió una dote por parte del rey de España.

No está claro que aceptara de gusto pero estar en la corte también tenía sus servidumbres y, en aquella época y a su edad, el futuro podía torcerse mucho. Sea como fuere su marido muere ocho años después. Lejos de dejarse llevar, su personalidad y fuerza la siguen haciendo destacar.

Viajando hacia su ciudad natal, Cremona, Sofonisba conoció al noble genovés Orazio Lomellino, capitán del barco en el que viajaba y considerablemente más joven que ella. Se casaron en 1579 en Pisa, contaba ella con 44 años. Orazio reconoció y apoyó su trabajo de pintora y se establecieron en Génova, en una gran casa donde pudo tener su propio estudio y tiempo para pintar y dibujar. La fortuna personal de Orazio, y sobre todo la generosa pensión que le otorgó Felipe II, permitió a Sofonisba pintar y vivir libre y cómodamente.

Catalina Micaela – Sofonisba Anguissola

Su fama le seguía granjeando la visita de muchos de sus colegas. Varios de éstos eran más jóvenes que ella y aprendían e imitaban su estilo distintivo. En 1623, la visitó el pintor flamenco Anton van Dyck e hizo bosquejos de sus visitas a Sofonisba en su cuadernos de notas.

La trayectoria de Sofonisba es un referente en la historia y abrió el camino a otras mujeres para desarrollar sus carreras artísticas. Sirva también el ejemplo de esta gran mujer para poner en valor el apoyo tres hombres, españoles para más señas, el Duque de Sessa, el Duque de Alba y Felipe II en esa difícil andadura que es pasar a la posteridad, por méritos propios, como la primera mujer pintora de éxito del Renacimiento.

El Camino Español

1 comentario en “Un Duque (de Alba) y un Rey (Felipe II) rendidos a una mujer: Sofonisba Anguissola”

  1. Muy interesante este artículo. Para que luego digan que España y los españoles eran siniestros meapilas y bla bla bla de la leyenda negra.

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