Felipe II

El Camino Español de Felipe II: La Ruta del Rey o Felipe se va de Erasmus

ENERO 1549. FELIPE II INICIA UN VIAJE QUE CAMBIARÁ SU VIDA Y LA DEL MUNDO CONOCIDO Y POR CONOCER

Carlos I quiso que su hijo viera los territorios que estaba destinado a gobernar y por eso le hizo llamar. Se organizó entonces un viaje desde España a Milán y de allí a Bruselas que marcaría para siempre la vida de Felipe II y que permitió años después que se creara El Camino Español.

Carlos I llama a Bruselas al todavía príncipe Felipe

Sí, Felipe II también viajó desde Milán a Bruselas. Y unos años más tarde, cuando las circunstancias lo exigieron, mandó a los Tercios para que hicieran una ruta muy parecida a la que hizo él, que los llevara desde Milán hasta Flandes, sabiendo como sabía que ese camino por tierra, difícil y largo, era totalmente viable: Lo sabía a ciencia cierta porque él mismo lo había recorrido. El Camino Español se gestó en la cabeza de Felipe II seguramente en este viaje.

El objetivo principal de ese viaje que llevó a cabo el joven Felipe era conocer los Países Bajos. Su padre, Carlos I, así lo deseaba. Sí, pasaría por el Milanesado y por los Estados alemanes que regentaba su padre, pero el objetivo era conocer Flandes donde le esperaba. La tierra donde nació éste que, junto con Milán, eran territorios esenciales en la vertebración del Imperio que todo indicaba habría de heredar.

Para entonces hacía décadas que el comercio entre España y Flandes era generador, a través de los impuestos (sí, por entonces ya había de eso), de pingües ingresos para la corona española (y principalmente para los comerciantes y para la población). Sevilla y Amberes eran los dos centros de comercio más importantes del Atlántico. Sevilla recibía el comercio de América y parte lo distribuía hacia Amberes. Flandes además recibía productos desde los puertos del norte de España y todo eso era distribuido por Centro-Europa: Una máquina de hacer dinero muy bien engrasada que llevaba funcionando décadas (y que Guillermo de Orange se encargó de romper con los Mendigos del Mar, para desgracia de sus compatriotas…).

Así, el joven Felipe, partió desde la península, desde Barcelona concretamente, un 11 de diciembre hacia Génova. No viajó solo. El futuro Felipe II iba acompañado de un suntuoso séquito dispuesto a deslumbrar a la nobleza europea. Por entonces (y ahora juraría que también…) no solo era importante ser algo, también parecerlo. En aquella época, cuanto mayor era el séquito, más poderoso eras (no existían las listas Forbes y tal…). Así que lo más granado de la aristocracia española le acompaña, incluidos el Duque de Alba y el Duque de Sessa (nieto del Gran Capitán).

El viaje por mar se produjo con cierta normalidad y se desembarcó, como estaba previsto, en la preciosa Génova. Aliado estratégico de España al que se dejaba tener el control marítimo del Mediterráneo siempre que su magnífica flota estuviera al servicio de la Corona Española (ahora se le llama «externalizar»). Desde Génova trazó rumbo hacia Alessandría de Palla, Pavía para llegar hasta Milán (siguiendo a la inversa en ese tramo el primer Camino Español de 1567).

Felipe II inicia su propio Camino Español

Un Milanesado del que Felipe había sido designado por su padre Carlos I como soberano (concretamente Duque, dado que el Milanesado era un Ducado). Un ceremonia secreta que tuvo lugar un par de años antes, y que se haría pública un par de años después, para evitar dar argumentos a Francia para que iniciara una guerra por el Milanesado (los tratados de paz no era algo que los reyes franceses tuvieran a bien cumplir a menudo…).

En el Milanesado movilizaría a una parte de los Tercios Viejos de Lombardía acantonados allí para que le acompañaran en el camino hacía Bruselas. De hecho no solo movilizaría a los Tercios… también a las damas milanesas:

«La cena fue alegre y se bebió mucho vino. Se terminó a las diez y entonces empezó la fiesta. El primero que salió a danzar fue el Príncipe, que lo sacó una dama, la más hermosa de las italianas. Y después de haber danzado algunas muy bien pavanas y gallardas, se comenzó la danza del hacha, donde salieron damas y caballeros a danzar por su orden. Y el Príncipe, después de haber danzado con la hija del gobernador, hizo que sacasen al Duque de Alba y al Marqués de Astorga.»

Felipe (que no solo era un bailongo, sino que además era un cachondo… mira que mandar sacar a bailar al Duque de Alba… Rojo como un tomate y tieso como un palo estaría el Duque…) tenía por entonces 21 años y aún la gobernación del Imperio estaba en otras manos. Cuando la responsabilidad recayó en él, esta vida sencillamente quedó relegada (vamos, básicamente como nos ocurre ahora…).

Los magníficos Alpes los bordeó llegándose hasta Cremona y Mantua y luego subiendo hasta Trento. De Trento a Bolzano, siguiendo hasta Innsbruck (ya en la actual Austria y por el que sería el Camino Español de 1634). Munich también, como no, y ya en los Estados Alemanes se dirigió a Augsburgo y Heidelberg para virar a la izquierda y dejarse llegar a Luxemburgo. Todo tierras donde su padre, Carlos I, era el Emperador.

Desde Luxemburgo, ya en los Países Bajos, tomó la ruta que años después tomarían habitualmente sus Tercios durante casi un siglo para mantener conectados los territorios de la Monarquía Hispánica y que los lugareños llamaron «Chemin des Espagnols»: Luxemburgo, Arlon, Namur, Bruselas. Para entonces Felipe ya estaba en condiciones de evaluar que era posible enviar una tropa numerosa por tierra desde Milán a Bruselas, si el contingente iba bien organizado y la diplomacia hacía su parte cuando se pasara por estados aliados (pero para eso restaban todavía 18 años).

Corría el año de 1549… y aún faltaba unos ocho años para que el joven Felipe se echara a la espalda la gobernación de un Imperio que ya pesaba como una losa para el cansado Carlos I (de hecho Felipe ya participaba activamente junto con su padre en decisiones de Estado) y al que notó muy avejentado cuando se vieron en Bruselas. Juntos viajarían por los Países Bajos y el Emperador aprovechó para trasladar a su hijo las últimas lecciones sobre ‘su’ arte de gobernar (y cuyas consecuencias tanto sufrió Felipe) y el carácter de los pueblos que pertenecían a la corona.

Así que sí. Felipe hizo su propio «Camino Español». Lo inició un 7 de enero de 1549 desde Milán y llegó a Bruselas el 1 de abril del mismo año. Un recorrido por el corazón de Europa que no olvidaría jamás y que le ayudó a conocer los territorios por los que se desarrollaría buena parte de los acontecimientos que marcaron ese siglo y el siguiente. No acabó ahí el periplo del príncipe, que residió también durante años en los Países Bajos e Inglaterra.

Felipe II salió de España siendo príncipe y vuelve siendo rey

Para cuando volvió a España (en agosto de 1559) habían pasado más de 10 años desde su partida… Bendito sol, debió pensar, al llegar a la península. Que sí, que sí, que lo de allí tiene sus cosas buenas y tal… pero como en España…

Se fue siendo poco más que un mozalbete (con 21 años) y volvió hecho un hombretón (31 años). Se fue como príncipe y volvió como Rey de un Imperio que él haría global. Tarea a la que se dedicó en cuerpo y alma. Por unas cosas u otras, ya no volvió a salir de España, y ubicó en Madrid el centro de neurálgico de la actividad administrativa de ese Imperio que, con su gestión, agrandó su magnitud mientras conectaba el mundo para el beneficio de todos y para siempre.

Muchas cosas se pueden decir de Felipe II, pero después de 10 años de «erasmus», está claro que lo que no se puede decir es que Felipe II no fuera un hombre «viajado» y curtido y que desconociera la tierra que habría de gobernar…

El Camino Español

Fuente: «El felicissimo viaie del mvy alto y mvy poderoso principe don Philippe» de Juan Cristóbal Calvete

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