Etapa 2: Bellinzona – St Gotthard. Venciendo al gigante

7 de la mañana, suena el despertador… Uno de los dos pregunta con voz soñolienta y un tanto ronca… ¿Pero qué somos? ¿leones o huevones? Y Los dos respondemos al unísono ¡Huevones!… Carcajadas… Nos damos 5 minutos para conectarnos y nos ponemos en marcha con el mejor de los humores. Falta nos va a hacer…
El hombro de LA sigue dolorido aunque ya tiene más movilidad que 24 horas antes. Se recupera pronto.
A las 7:30, estamos ya desayunando con las bicis preparadas. Mientras desayunamos trazamos la estrategia: pedalear hasta donde se llegue. Sencillo y eficaz.
La etapa se inicia en Bellinzona y tiene un desnivel razonable hasta Airolo. En Airolo se desatarán las hostilidades hasta la cima. Así que el objetivo es llegar, si se puede, hasta Airolo y luego ya veremos. Nos da tranquilidad que se pueda subir en autobús…
Iniciamos la etapa con tranquilidad, incluso con relajación. El paisaje invita a ello. Seguro que no hace falta que os de muchas indicaciones sobre él. Tal vez añadir que se cansa uno menos cuando lo que te rodea te atrapa. De izquierda a derecha y de derecha a izquierda,  montañas pobladas de bosques frondosos y prados verdes. Una delicia para la vista y para el espíritu. El día ha salido soleado así que la combinación es dudoso que sea mejor. En estas condiciones (con sol principalmente) es difícil no sentir un punto de envidia por vivir aquí.
Los 60 kilómetros hasta Airolo fueron así. Encantadoramente aburridos.  Lo divertido empezaba ahora, pero antes había que comer que pedalear con hambre es doblemente triste.
Mientras dábamos buena cuenta de un filete a la milanesa, LA, y un buen plato de pasta a la carbonara, yo, comentamos la situación. Cuatro de la tarde, después de una hora de descanso. 13 kilómetros de ascensión continua. Del orden de dos horas de subida. Preocupaba el hombro de LA que llegó dolorido a Airolo pero después del descanso y el ibuprofeno parecía que retomaba fortaleza. Al final la estrategia, con esa elaboración que nos caracteriza, se resumió en pedalear hasta donde se llegue. Luego ya veremos…
Y empezó lo divertido. y se desataron las hostilidades. Y ya los prados no parecían tan verdes ni las montañas tan preciosas. LA subía bien, muy bien. Las piernas le funcionaban como los pistones de un tren. Sin misericordia. De vez en cuando soltaba la mano izquierda para el hombro se relajara. Le duele. Le duele pero sigue. ¿Qué tal vas? le pregunto. Bien, bien, me responde. ¿Y el hombro? Me mira con cara de circunstancias, me sonríe y me dice: más arriba me dolerá menos.  Me impresiona.
¿Y yo? Pues petado. Cuando faltaban 9 kilómetros me di cuenta de que no me había preparado lo suficientemente para ésto o que ésta fuera la primera etapa era demasiado exigente. Yo que sé, pensé miles de cosas menos la de no alcanzar la cima. Además LA ahí estaba sufriendo y subiendo ¿que podía hacer yo?
Cuando faltaban 6 kilómetros y ya pasábamos los 1900 de altitud quedaba aún lo peor… El viento helador, el piso adoquinado, el peso de las mochilas, el cansancio… El gps me dejaba ver las siguientes curvas y mientras pedaleaba me distraía contándolas una, dos, tres, cuatro, cinco, seis,… dios qué lejos está ésto. ¿Y hasta aquí subían los Tercios?
Poco a poco fuimos descontando los kilómetros. LA por delante, yo un poco más retrasado. De vez en cuando hacer una foto servía de excusa para tomar un poco de aire. Mientras acumulábamos altitud, descendía la temperatura y arreciaba el viento. Una delicia.
En este hospicio se alojaron los príncipes Isabel y Alberto en su viaje de 1599
El último kilómetro pasó, sin embargo, como un suspiro. Se intuía la llegada y aparecieron unas fuerzas que no sabía que tenía guardadas. LA me estaba esperando (un auténtico crack) unos metros antes de llegar, al albergue que marca la cima del St. Gotthard. Entramos juntos, con los rostros cansados azotados por el viento de los Alpes que nada tiene que envidiar al Cierzo Aragonés. Sí, cansados pero vencedores.
El Camino Español

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