De bisoño o veterano, viste como un soldado de los Tercios

La Recreación histórica y las películas de época nos dan ejemplos muy actuales de cómo era la vestimenta de los tercios. Esta claro que los ejércitos distaban mucho de la uniformidad en el vestir consecuencia de que era incipiente la creación de un ejército «profesional». Cada soldado se vestía según sus posibilidades e incluso gustos, si bien es cierto que había ciertos patrones de «moda» que se solían seguir y que marcaban la tendencia general.

TSR_Bisoño

Para empezar el «típico» soldado de los tercios solía tener a mano un pañuelo, para secarse el sudor del duro trabajo de abrir zanjas por ejemplo, para ponérselo en la cabeza y, en combate, siempre uno rojo atado al brazo para que lo distingan como soldado del tercio español. La vestimenta podía constar de, por ejemplo, camisa con cuello a la balona, pantalones anchos a la altura del muslo (tipo «acuchillados» si podía ser) y botas de caña alta y cuero grueso dobladas a la altura de la rodilla. Este sería el atuendo básico de un bisoño recién llegado y que no ha podido reunir el dinero necesario para pagarse todo el material. También es el que se llevaría a una encamisada o correría nocturna.

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Con tiempo y dinero, sobre todo lo segundo, se añadiría un sombrero de ala ancha y un jubón o ropilla de cuero sin mangas. Obviamente es un tipo de vestimenta mas propio de regiones y/o épocas cálidas, que en el caso de Flandes ni era lo uno ni había de lo otro, y de la vida civil. Ahora bien, como no solían disponer de varios tipos de ropas en función de época, actividad y circunstancia, cada uno acudía a la batalla como le convenía o como buenamente podía. La cruz de San Andrés sobre el pecho indicaba también que era soldado español pero el distintivo habitual era el pañuelo. Este atuendo sería el mínimo con el que iría a una batalla una ‘pica seca’ que no tuviera recursos para más o que hubiera fundido todo su dinero en el juego, por ejemplo.

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Con una buena mano a las cartas, ahorrando las pagas o de resultas de los saqueos estipulados, el soldado podía aspirar a comprar una cuera con mangas (o sin mangas y por encima de un jubón con ellas) para protegerse de las cuchilladas ocasionales y que suponía, para una pica seca, una protección extra durante la batalla.

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Por último, si el soldado había dado el pelotazo de su vida (léase, si su mala cabeza no había hecho que perdiera lo que pudiera reunir) podía dar el paso de pica seca a coselete que vestían peto, escarcelas, gorjal y morrión. Un soldado de origen noble o de calidad armaría también brazos y hombreras, que ciertamente te protege pero resta agilidad en los movimientos. Aunque si se puede elegir….

Siempre que podían (que  no eran muchas las ocasiones) los tercios vestían con trajes de colores vivos, con plumas en el sombrero y evitaban en lo posible el negro. Incluso se promovía que no se vistieran tonos oscuros ya que en batalla la variedad de colores daba sensación de mayor numero de efectivos que un grupo uniforme y oscuro de soldados.

Con el tiempo, y para remediar la desnudez de los soldados recién incorporados, el rey (quien al fin y al cabo los contrataba) contrataba, a su vez, suministros de prendas de paño pardo (color de la lana sin teñir de las ovejas españolas) que el capitán entregaba al bisoño en el momento de sentar plaza en concepto de adelanto. Se obtenía así una sensación de uniformidad que era más una consecuencia que un objetivo.

El Camino Español

Agradecemos a «una pica para Günter» la ingente cantidad de información que se puede extraer de su web y de donde hemos sacado buena parte de la que exponemos aquí.

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