La «liberación» de la ciudad de Brielle, el germen de Holanda.

Isabel de Inglaterra estaba entusiasmada con la idea que había tenido de dar dar cobijo a los «Mendigos del Mar» en Dover (ocurrió en 1569): Le daba a Felipe II donde más le dolía (en el bolsillo), no arriesgaba ni un barco y conseguía un incipiente aliado en los Países Bajos (Guillermo de Orange).

Que los «Mendigos de Mar», que eran lo que eran, piratas, se dedicaran a hostigar y saquear barcos en el triángulo de mar entre los Países Bajos, Francia e Inglaterra, le importaba poco a la reina Virgen. Al fin y al cabo el objetivo de los «Geuzen» eran los barcos de la Monarquía hispánica (principalmente flamencos) que iban y venían de España a Brujas y Amberes. Así que miel sobre hojuelas. Claro que la alegría no le duró todo lo que a ella le hubiera gustado.

Derivado del Tsunami del 1 de Noviembre 1570 que arrasó la costa holandesa (matando a 20.000 personas e inundando 20.000 km2 –como la Comunidad Valenciana–) y dejó en la pobreza a miles de personas, los Mendigos del Mar empezaron a conseguir mano de obra abundante para sus barcos. Los puertos de Holanda y Zelanda habían quedado arrasados por la salvaje inundación y los pescadores sin barcos y sin trabajo vieron en la piratería una oportunidad de escapar del hambre. A partir de esa fecha, los Mendigos (que gestionaban muy bien eso del ‘populismo’ y pescar en desgracia ajena) tuvieron muchos hombres disponibles con los que dotar las tripulaciones de los barcos apresados.

«108 de sus 170 capitanes procedían de las provincias del norte, mientras que el 50% de las tripulaciones eran de Holanda y Frisia (las más afectadas por la inundación. Nota Camino Español). Un 40 por 100 aproximadamente eran exiliados (NCE: es decir, protestantes que se fueron por la «furia iconoclasta»); el resto procedía sobre todo de la reserva de pescadores sin empleo de las provincias litorales (su cifra se estimaba entre veinte o treinta mil en la primavera de 1572)» (Geoffrey Parker)

Así que, como eran más barcos, ampliaron, lógicamente, el radio de acción. Y como eran piratas, pues se dedicaron a apresar y robar barcos de todo tipo y pelaje. Importándoles una higa lo que dijera su graciosa majestad y sus «tejemanejes» con Felipe II.

Es en esas cuando Isabel recibe la bofetada con la mano abierta (es un decir…) de la Liga Hanseática (una suerte de agrupación de territorios y ciudades unidas por el comercio en el Mar Báltico) que tenía uno de sus puertos de destino en Londres y cuyos barcos estaban siendo también pirateados a mayor gloria de Guillermo de Orange, ideólogo, financiador y padre fundador de los «Mendigos del Mar».

Zona de influencia de la Liga Hanseática

— Es lo que tiene dar cobijo a piratas, Isabel, que al final te confunden con ellos. Pensaría ella en su fuero interno (tal vez…). Mientras ese pensamiento recorría (tal vez…) su mente, firmaba la orden de echar a los Mendigos del Mar del Puerto de Dover. Era el 1 de marzo de 1572.

Así que allí tienes a una flota enorme de más de cien barcos, vagando por un mar peligroso como pocos y buscando un puerto… ¿y qué hacen? Pues para empezar se separan para poder buscar protección de una manera más sencilla, mientras buscan un puerto «amigo» que de cobijo a toda la flota.

En una de éstas, y después de vagabundear semanas enteras por esos mares de dios sin rumbo fijo y con el riesgo de que las tripulaciones, desesperadas por las privaciones, se amotinaran, una de las flotillas decide volver a «casa»: El pequeño pero bien situado puerto de Brielle es el elegido.

Willem Blois van Treslong, noble holandés y firmante del Compromiso de Breda, es de allí. Él sabe que la población tiene un buen puerto para acojer la flota completa. Además tienen poco que perder, así que La Marck, conde de Lumey y capitán de la flotilla, decide poner rumbo a Brielle. Seiscientas gargantas gritan de alegría ante la inminencia de pisar tierra firme.

La ciudad no tarda en divisar la flota. Los conocen. Vaya si lo conocen. Son los piratas que llevan arruinándoles la vida y el trabajo estos últimos años. Maldita suerte. Los «Mendigos» a las puertas y ellos con la guarnición en mínimos. El Burgomaestre Koekebakker, lo tiene claro y manda cerrar las puertas y preparar la defensa con lo que puedan reunir.

La flotilla, antes de entrar en puerto, recaba un poco de información subiendo a bordo a Jan Koppestok (barquero del «ferry» entre Brielle y Maassluisque). Van Treslong y él ya se conocían de años anteriores, así que tiene pocos reparos en confirmarles que, en ese momento, la guarnición militar es mínima. Los ‘Mendigos’ aprovechando la buena disposición del barquero le encargan que vaya a ver al Burgomaestre de Brielle para decirle que les abra la puerta de la ciudad (así, sin anestesia ni nada…) o, si tienen que entrar por la fuerza, habrá ‘saco’ (eso es sí que es tolerancia calvinista…). Para muestra de autenticidad del mensaje Van Treslong le cede su anillo al barquero para que se lo muestre al alcalde.

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Es así como el 1 primero de abril, los desesperados vecinos de Brielle resisten como pueden a los desesperados «Mendigos del Mar», más numerosos, mejor armados y con la muerte por bandera. Así que la lucha resulta del todo desigual y los piratas (‘héroes’ según la versión holandesa vigente) entran por la fuerza por la puerta norte de la ciudad. Huyen los lugareños como pueden por la puerta sur, pero su suerte estaba echada. Una parte de los Mendigos les estaba esperando.

El saqueo de la ciudad fue inmediato. Inmediato, no rápido. Más bien a conciencia. Dado que la inmensa mayoría de la población era católica pocos se salvaron del pillaje. Los asesinatos y las violaciones tampoco escasearon. Era el 1 de abril de 1572 y esa fue la «liberación» de Brielle. Eso al menos es lo que gritaron a los cuatro vientos entonces y repiten cada año cuando celebran el aniversario.

El Camino Español

PD: Tras el desembarco inicial en Brielle acudió el resto de la flota de los Mendigos. 170 barcos a una media de entre 70-90 hombres por barco arroja una cantidad de hombres muy respetable.

En muy poco tiempo vieron que eran capaces no sólo de mantener bajo órbita rebelde a Brielle (conservada con éxito ante la llegada de las tropas enviadas por el Estatúter de Holanda, Conde de Bossu) sino de ampliar su radio de acción. Al fin y al cabo eran muchos y la estorsión y el asesinato eran para ellos moneda de cambio corriente desde hacía tiempo.

Cuando llegaban a una ciudad, se presentaban sin preámbulos ante las autoridades, miraban a ver quien era protestante o católico. Si era simpatizante protestante se le dejaba en el puesto, si era católico se le sustituía por la fuerza por uno protestante. Y si te quejabas demasiado siempre podías convertirte en mártir (Mártires de Gorcum, 9 de julio de 1572)…

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