Invasión a Flandes. Los Orange-Nassau atacan (III) Jaque al Rey Felipe (…y al Duque de Alba)

La amenaza se había materializado al completo. El Duque de Alba era plenamente consciente de que los Orange-Nassau querían hacerse con el poder con la religión como excusa y con las poblaciones de los Países Bajos como rehenes. Después de años de empobrecerlos con los Mendigos del Mar, Guillermo de Orange se atrevía de nuevo al ataque frontal. Justo en el peor momento para la Monarquía Hispánica. Justo cuando la cultura occidental se debatía a vida o muerte contra el Turco.

9 de Julio de 1572, Bruselas

Se la esperaba pero no por eso dejaba de ser una una pésima noticia. 7500 mercenarios franceses hacían ya camino hacia Mons donde se unirían al ejército de Luis de Nassau, el hermanísimo, que había ocupado la ciudad por la fuerza de las armas el pasado mayo.

Para el Duque de Alba, el plan de los Orange-Nassau estaba ya claro y el escenario era descorazonador: Los Orange-Nassau tenían el Norte de los Países Bajos totalmente controlado con una fuerza de unos 5.000 hombres. La costa estaba también controlada por los Mendigos del Mar (el episodio de las Lanas de Medialburque lo dejaba claro). Por el Este, las últimas noticias recibidas le informaban que Guillermo de Orange estaba ya en los Países Bajos al frente de más de 21.000 mercenarios alemanes. Por el Sur, si los refuerzos alcanzaban Mons, sumarían 13.500 mercenarios franceses.

Si las posiciones se estabilizaban, desde el Sur y desde el Este avanzarían hacia el centro un total de 34.000 efectivos para hacerse con el poder. A él no le llegarían más refuerzos ni por el Norte, ni por el Oeste. Estaba claro que lo que no consiguieron con politiqueo y bodorrios, Guillermo de Orange y su familia, lo querían conseguir a la fuerza.

El Duque de Alba detuvo sus pasos, alzó la cara y pensativo miró a su escribano a los ojos mientras éste, acostumbrado ya después de tantos años de servicio, le sostenía la mirada con firmeza. Jerónimo González, escribano y descifrador del Duque de Alba, sabía que en realidad no le miraba a él. De hecho estaba casi seguro que ni siquiera le veía. Estaría viendo, en su mente, con todo lujo de detalles ejércitos, movimientos, posibilidades, márgenes de maniobra, efectivos, cañones, caballería y soldados.

En esto de la guerra no había otro como el Duque de Alba, pensaba Jerónimo mientras le miraba. Era un hecho. La primera invasión de los Orange-Nassau había sido una buena muestra que añadir a su espléndida hoja de servicios. Claro que en esta segunda ocasión los Orange-Nassau y las circunstancias habían puesto las cosas mucho, mucho más difíciles. Sobre todo éstas últimas.

La guerra que mantenía la Monarquía Hispánica en esos momentos contra el Turco era a vida o muerte. La reciente batalla de Lepanto era una clara demostración, y aunque los recursos de Felipe II eran fabulosos, la organización y mantenimiento del Imperio y sobre todo su defensa, le costaban un ojo de la cara (a veces hasta los dos…).

Mil doscientos soldados con Julián Romero al frente, algo de plata para acuñar y, por fin, el sustituto que el Duque llevaba solicitando años (D. Juan de la Cerda y Silva, IV duque de Medinaceli). Esa había sido toda la ayuda que Felipe II había podido distraer. El refuerzo había desembarcado en La Esclusa muy cerquita de Ostende (luego la flota fue atacada sin éxito al dirigirse a Middlebourg) y ya se hallaba en Bruselas. Esa era toda la ayuda enviada que, visto lo visto, no se antojaba suficiente.

El Duque entornó los ojos, parpadeó y, como saliendo de una ensoñación, reanudó sus pasos para, con tranquilidad, acercarse al escribano.

Jerónimo, no dudó ni un instante. Ya sabía lo que iba a ocurrir. Con gesto ágil y preciso, tomó papel y pluma, habilitó el tintero y se dispuso a escribir. Buscó en la memoria el tipo de cifra que debía utilizar en esta ocasión en función del destinatario. Al instante estaba preparado.

El Duque se puso a su vera donde podía ver perfectamente lo que Jerónimo, sentado y con las manos sobre el recio escritorio, iba a escribir:

— Dile a mi hijo que es fundamental que levante el campo y que se dirija hacía los refuerzos franceses. Que se enfrente a ellos antes de que lleguen a Mons pero alejado de la ciudad para evitar que sean socorridos.

Jerónimo González, unos de los mejores cifradores de la Monarquía, inició su retahíla de caracteres sin sentido para el Duque. Uno tras otro aparecían de su ágil mano signos extraños que conformaban un mensaje ininteligible. Desde su posición, el Duque admiraba sin rodeos la capacidad innata de su escribano para cifrar los mensaje al vuelo. Le encantaba. ¿Cómo lo hacía? se preguntaba. Él tardaba horas en cifrar mensajes y no digamos ya descrifrarlos.

ejemplo de mensaje cifrado siglo XVI
Ejemplo de mensaje cifrado siglo XVI

Jerónimo, meditaba Alba, era un especialista excepcional. No solo generaba cifrados complejos que salvaguardaban los mensajes propios sino que era capaz de descifrar los mensajes de los rebeldes con la facilidad que un cuchillo afilado cortaba manteca. Una habilidad que en la Monarquía se sembraba con mucho afán desde que Felipe II tomara el mando del Imperio. Las comunicaciones entre sus territorios, fundamentada en la vinculación férrea con los Tassis, y la especialización en la encriptación de los mensajes, había hecho de la Monarquía Hispánica una organización mucho más eficiente y opaca para los adversarios.

La pluma dejó de rascar el papel y el silencio que llenó la sala delató que el Duque se había quedado un tanto embelesado viendo cómo el escribano transcribía el mensaje encriptado. Apresuradamente retomó el Duque el dictado. Jerónimo, que había detectado el lapsus sonreía levemente mientras continuaba con el cifrado:

— … A las… a las afueras de la ciudad existe un espacio propicio llamado Campo de la Alondra (champ de l’alouette). Que estudie bien el terreno para atacar allí. Huelga decir que la defensa de estos Estados depende de esta batalla. Ellos son más pero nosotros somos mejores. Dijo con contundencia meseteña el Duque de Alba.

Dando por terminado el mensaje, posó la mano sobre el hombro del escribano en señal de agradecimiento y dio unos pasos hacia la puerta. Se detuvo de pronto, giró la cabeza un poco en dirección al escribano y con voz firme le dijo:

— Esto último no lo escribas. Él ya lo sabe.

El Camino Español

2 comentarios en “Invasión a Flandes. Los Orange-Nassau atacan (III) Jaque al Rey Felipe (…y al Duque de Alba)”

  1. Espero que el próximo artículo sea tarde menos que esto se ha puesto interesantísimo y me voy a estar comiendo las uñas y entrando en la web al menos un par de veces al día. Porfaaaaaaaaaaaa

    1. caminoespanol

      Hola Dani, muchas gracias por tu comentario. Haremos todo lo que podamos al respecto 🙂 … interesante? pues se va a poner que arde! 😀
      un cordial saludo

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