Flota de Indias Amenazada (y V): La épica batalla de Santa Cruz

El desenlace de la serie está próximo. La magnífica Flota de Blake está próxima a Santa Cruz donde los españoles, con Alonso Dávila al frente, han planteado una defensa con todos los recursos disponibles, que en una isla y con tan poco tiempo, no pueden ser muchos.

Capitanía de Tenerife, 29 de Abril de 1657

La carrera desde el muelle hasta el puesto de mando le había llegado exhausto. Sin aliento. Pero no podía esperar a recuperarse… debía decirlo ya:

— vienen… los… ingleses…

No fue ninguna sorpresa, la verdad. Tanto Alonso Dávila y Bartolomé Benítez de la Cueva (BBC para los amigos), como Diego de Egüés y Jose Centeno, lo esperaban de un momento a otro. Cuando el soldado retomó el fuelle siguió con la explicación. Ellos lo escucharon con suma atención mientras las caras reflejaban una preocupación que aumentaba a cada información dada: Un pequeño barco mercante que venía hacia Santa Cruz había visto una flota imponente de barcos de guerra que venía en la misma dirección. Treinta velas, tal vez más. Todos artillados. Entre los 40 y los 60 cañones cada uno.

Eso arrojaba más de 1000 cañones disponibles para el ataque y una tripulación de más de 6000 hombres. El silencio se hizo en la sala. Fue Dávila quien rompió la tensión del momento dando orden de que reforzaran la vigilancia. No veía probable que atacaran de noche, tarde como era, explicó, pero por si acaso.

Egüés y Dávila coincidieron que el momento más propicio era al punto de la mañana. Todo empezaría entonces. Se miraron. Sabían lo que tenían que hacer. Se desearon suerte y Egües y Centeno salieron de la estancia para dirigirse a sus respectivos galeones.

Dávila y de la Cueva se quedaron a ultimar detalles. Mientras los veía alejarse, Dávila, no pudo más que reiterar la impresión que Egüés le dio la primera vez que habló con él. Un héroe o un loco. Y más cuando había sido él mismo, Dávila, el que le pidió que sacrificara a toda su flota, y seguramente a él con ella, para defender la isla. Que Egüés y el mismo Centeno aceptaran el destino fatal de su flota con tanta entereza no dejó de sorprenderle…

La hora estaba a punto de llegar. La estrategia española era sencilla y clara. Todo se había preparado para llevarla a cabo.

En el puerto había 16 navíos españoles. Once pertenecían a la Flota de Nueva España. De ellos sólo dos eran galeones de guerra: el ‘Jesús María’ que servía de capitana a Diego de Egüés, y el ‘Concepción’, cuyo almirante era José Centeno. El resto de la Flota, nueve mercantes, y por lo tanto poco artillados, eran navíos habituales en el comercio de Indias. Los otros cinco eran barcos menores. Una flota de bajo interés militar si no es por lo que hasta hacía poco contenían en sus bodegas.

Todos los barcos habían sido dispuestos entre el Castillo de San Cristóbal y el de Paso Alto que protegían la bahía semicircular que era propiamente el puerto de Santa Cruz.

Los de menos tonelaje habían sido situados en línea cercanos a la costa. Los mayores, al ancla, fondeados también en línea a la distancia justa para evitar en lo posible el fuego amigo. Ambas hileras fueron colocadas uniendo proa con popa y formando dos líneas defensivas. En los extremos de la formación naval los castillos cerraban el conjunto.

Bahia de santa-cruz

A su vez, el Castillo de San Cristóbal y el del Paso Alto, estaban conectados por una muralla defensiva, construida diez años antes, de mediana altura y con un espesor de unos tres metros y medio que seguía las sinuosidades del terreno. Tal vez no fuera la mejor muralla del mundo pero, para el que quería desembarcar a la fuerza, las cosas se verían de otra manera. Era la tercera línea de defensa.

De los barcos se habían bajado varios cañones para reforzar las fortalezas que ahora contaban con unas 40 bocas. El número total de cañones entre los de tierra y los de mar nos superaban los 100. En la muralla defensiva se apostarían los 1000 arcabuces y los 300 mosquetes de los que disponían entre aquellos que supieran dispararlos. Habían conseguido reunir a 10.000 hombres pero muy pocos tenían formación militar y menos aún experiencia de combate. Si los ingleses pisaban playa…

Y eso era todo. Bueno todo no. Alonso Dávila no era de los que gustaba dejar cosas al azar.

La flota se avistó en el horizonte en la mañana del lunes 30 de abril. Los buques en formación irradiaban gallardía y elegancia. Era una estampa magnífica. Terrible para aquellos que iban a ser atacados pero espléndida al fin y al cabo. Descendían desde norte por los Roques de Anaga siguiendo la costa en dos filas paralelas: La primera encabezada por el George (54 cañones) capitaneada por Blake y la segunda por el Speaker (64 cañones) capitaneada por Stayner. Sólo esos dos barcos ya superaban la potencia de fuego del puerto de Santa Cruz y aún faltaba el resto… los ingleses sonreían, los españoles apretaban los dientes.

El ataque comenzó a las 9 en punto de la mañana. Hora del meridiano de Tenerife.

Las dos líneas inglesas se separaron progresivamente mientras se acercaban a la bahía. Los españoles pudieron apreciar la maestría con la que la división de Stayner maniobraba, con todos sus elementos en línea, para ir a colarse entre las dos líneas de defensa naval española. El Castillo de Paso Alto fue el primero en disparar con toda la cadencia que le era posible al ver cómo los buques ingleses pasaban por delante suyo y entraban entre la formación naval española. No respondió Stayner. No hasta que la formación hubiera entrado completamente.

Sin duda con arrojo, y también con pericia, los barcos ingleses fueron entrando entre la posición española, mientras recibían las primeras andanadas. El silencio fue su respuesta. Sólo cuando desde el Speaker se pudo comprobar que toda la formación inglesa estaba desplegada en línea entre las dos líneas españolas, echó el ancla. Con él todos los demás. Y entonces sí, respondieron. Y la salva fue brutal. Debastadora.

Al poco ya se extendía por toda la zona una nube de humo que dificultaba la visión provocada por los fogonazos de cañones y de fusiles que ya disparaban con cadencia mortal. También se empezó a sumar a la nube el humo provocado por los conatos de incendio que no tardaron en producirse.

La fila comandada por Blake entraba ya en la bahía. Su objetivo eran las fortalezas. Había que acallarlas para facilitar el desembarco. Él no lo sabía pero no lo iban a tener tan fácil como en Puerto Fariñas. No tardaría en darse cuenta.

La defensa planteada por los españoles permitió que la fila de navíos inglesa se colase entre las líneas españolas, cosa que había ejecutado magistralmente el Steyner, pero la distancia a la que había dejado el Almirante Egüés sus galeones con respecto a la primera línea española, tenía como objetivo que la formación que comandaba Blake quedara al alcance de sus cañones si los ingleses querían batir a su vez las baterías terrestres españolas con garantías para poder desembarcar. Todos en un suspiro.

Para cuando la línea de Blake estaba echando el ancla para fijar la posición, la línea exterior española, formada por los galeones de Egüés y Centeno, ya les estaba dando la bienvenida. Mientras, por la otra borda, los españoles hacían lo posible por encajar los cañonazos de la línea de Steyner, respondiéndolos con todo el acierto del que eran capaces. Todos contra todos.

10:05 AM. Formación de Blake

— ¡Echen el ancla! Gritó con fuerza.

Ya estaban en posición. Miró a los buques que le seguían para comprobar que ejecutaban la misma maniobra y, sin atender a las bolas de cañón que provenían tanto de la flota española como desde la fortaleza de San Cristóbal buscando sus barcos, gritó:

— ¡Fuego!

Los más de doscientos cañones de la línea de Blake batieron inmisericordemente la formación de galeones y fortalezas españolas. No durarán mucho, pensó Blake, la diferencia es abrumadora.

Sin embargo, mientras observaba la linea española con el catalejo para comprobar el destrozo ocasionado, algo acertó a llamar su atención. El vaivén de barco, el humo, la imprecisión del mismo aparato no le permitía acertar a ver exactamente qué era…

— Qué demonios es eso…

Aguzó la vista…

— Los galeones están… ¿¡atados!?

10:57 AM. Castillo de San Cristóbal

— ¡¡¡Booooooooooooooooom!!!

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Cañón Hércules. por Antonio Glez. Fumero

Un fogonazo del mil demonios salió de la boca de aquel invento del averno. Temblaba hasta el misterio. Incluso Dávila, templado a fuego lento en Flandes, se sorprendía de lo poderoso que llegaba a ser aquel cañón. Hércules le llamaban. ¡Y qué ruido mete!, se decía.

Las balas de 36 libras llegaban claramente a la segunda línea inglesa. Al barco que toque lo hunde de cuajo, se dijo, mientras intentaba, por enésima vez, ver dónde caía esta vez la bala, de nuevo, sin conseguirlo. Ésta atravesaba la nube de humo encima de las líneas de barcos formadas por Stayner y Egüés y entonces perdía la trayectoria. Maldita sea.

El despliegue inglés ha estado bien, se dijo Dávila, mientras oteaba la formación inglesa. Pero no ha sido perfecta. Sus líneas se han desplegado entre las nuestras pero no de manera homogénea. Con el catalejo pudo apreciar cómo había más concentración de barcos ingleses cerca del Castillo de Paso-Alto que cerca del de San Cristóbal donde él estaba. De la Cueva se va a poner las botas.

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Castillo Paso Alto, Santa Cruz de Tenerife. fuente: elgrancapitan.org

11:12 Castillo de Paso-Alto

— ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Fuego! ¡¡Recargad!! ¡¡¡Rápido!!!

Lástima que no tengamos más cañones. Se lamentaba. No iba a quedar ni uno. Nos pondríamos las botas. Sí, nos están dando de lo lindo, se dijo. Tanto barco de guerra junto es lo que tiene: Muchos cañones. Pero la efectividad de nuestros disparos está siendo altísima. Los estamos machacando…

12:05 Formación de Stayner

La primera línea española, formada por los barcos de bajo tonelaje, había soportado más de lo esperado el envite inglés. Pero eran los galeones los que estaban resistiendo lo indecible….

— Es imposible, se decía. No se hunden… su formación no se deshace…

La humareda, la tensión del momento no le había dejado ver que la línea de barcos españoles se mantenía unida porque los buques estaban unidos proa con popa por gruesas maromas. Los galeones se estabilizaban unos a otros y el conjunto se mantenía a flote aún estando diezmado. Stayner comprendió la maniobra y ordenó que los abordaran para romper esas uniones y que aquellos barcos que estaban ya muy maltrechos se hundieran para abrir la línea y debilitar más la posición española…

Pero las fuerzas ya no eran las del inicio. La cadencia fulgurante inicial ralentizó su ritmo porque tanto los hombres como los cañones necesitaban descanso… buena parte de las dotaciones inglesas estaban dedicadas a achicar agua o a tratar a los heridos, si no es que eran ellos los heridos o muertos. Cada vez menos cañones estaban disponibles o alineados y a los barcos les costaba maniobrar. La batalla se alargaba…

13:23 Formación de Blake

— Maldita sea. Cuatro horas largas de combate y la Flota aún resiste. Se lamentaba Blake mientras observaba la lucha encarnizada que tenía lugar entre Stayner y Egüés.

Un fogonazo de mil demonios se oyó en la distancia. A los pocos segundos una mano gigante agitó el George como si de un barco de juguete se tratara. Un choque violentísimo que hizo volar miles de astillas por toda a cubierta.

Habían transcurrido más de cuatro horas de duro combate y la derrota de la flota española no llegaba. Y si la flota no caía, no se podían arriesgar a desembarcar. Le sacó de su pensamiento que le intentaran quitar la casaca a lo que él reaccionó con un gesto brusco de defensa. Su médico le estaba señalando la elaborada casaca que se estaba empapando de sangre. Estaba herido. Tal vez de un astillazo, quien sabe. No era grave, así que lo despidió y se concentró de nuevo en la batalla naval que no se desarrollaba, ni de lejos, como él había pensado.

Para más complicaciones inglesas, la línea española más cercana a la costa había sucumbido finalmente a los cañones ingleses y se había hundido, eso era bueno pero había dejado a las fortalezas y la muralla la posibilidad de disparar con vía libre en el flanco de tierra de la línea de Steyner. Y eso era malo, muy malo. Y seguía quedando en pie la línea de galeones de Egüés y Centeno que resistía contra viento y marea…

16:11. Formación de Egüés

Los galeones desarbolados, hombres heridos y muertos por doquier. La inmensa mayoría de los cañones inutilizados. La línea de barcos se mantenía a duras penas, pero en breve ni eso. Las lanchas inglesas estaban abordando los barcos para cortar las maromas que los mantenían unidos… y a flote. Hasta aquí hemos llegado, Dávila. Sin más, dio la orden.

A duras penas se fue transmitiendo la señal convenida entre las cubiertas de los barcos. Todas las tripulaciones de los barcos sabían lo que tenían que hacer.

16:15. Castillo de San Cristóbal

— Por dios, Almirante, hágalo ya…! Rogó Dávila mientras observaba con el catalejo cómo las barcas inglesas intentaban abordar los galeones españoles.

La explosión los dejó a todos conmocionados. El polvorín del Galeón ‘Santa María’ había saltado por los aires. La tripulación, a órdenes de Egüés, había abandonado el barco instantes antes. Y en poco tiempo el resto de barcos españoles repetía la escena. En un tiempo récord la Flota de Nueva España había sido tragada por el agua.

Cuando el mar calmó su hambre, en la superficie de la bahía sólo quedaban barcos ingleses. Todos con muchísimos desperfectos, algunos ya inservibles. Con tripulaciones diezmadas y exhaustas por tantas horas de dura lucha. Muertos a cientos y cientos de heridos… No sin sorpresa, los ingleses vieron con satisfacción que por fin habían terminado con la flota española, aunque la hubieran hundido en parte ellos mismos.

Una descarga cerrada de todas las baterías terrestres les despertó de la brevísima calma después de las explosiones.

— ¡¡fuego, fuego, fuego!! Gritó Dávila desde San Cristobal.
— ¡¡fuego, fuego, fuego!! Gritó de la Cueva desde Paso-Alto.

Los españoles sonrieron. Los ingleses apretaron los dientes…

Inmediatamente Blake cayó en la cuenta. Y con él la flota inglesa. Sería una carnicería concluyó Blake. La estrategia española había sido todo un éxito: utilizar la astucia de unir los barcos con maromas, resistir lo indecible, causar el mayor estrago posible y por último sacrificar y hundir la Flota de Indias para, desde tierra, tener un jaque-mate nítido, como el que ahora se abría en la bahía de Santa-Cruz, con la flota inglesa a merced de las baterías españolas.

En esta situación, si intentaban desembarcar el coste sería inasumible y no se podría garantizar, ni de lejos, que pudieran hacerse con el cargamento de la Flota de Indias. Antes seguramente perdería entera su ya diezmada flota.

Mientras seguían silbando las balas españolas buscando madera inglesa que astillar, Blake tomó la decisión de virar en redondo. Se iban. Ya no tenían nada que hacer nada allí.  Dos galeones, nueve barcos de transporte hundidos, volver con las manos vacías y la flota seriamente agujereada, no era un gran botín para tan magnífico despliegue.  Más bien todo lo contrario… A ver cómo se lo cuento a Cromwell, se dijo.

Desde tierra, tanto de la Cueva como Dávila, pudieron ver con claridad cómo los barcos hacían maniobras para retirarse. Desde las baterías se seguía disparando con toda la cadencia que los cañones permitían mientras se alejaban a todo trapo los barcos ingleses…

Un último fogonazo de mil demonios salió desde un cañón de la fortaleza San Cristobal. Era el Hércules que despedía la flota inglesa que ya se alejaba lamiéndose las heridas, por el mismo sitio por donde vino pero con menos elegancia y gallardía con la que llegó… mucha, mucha menos.

El Camino Español

PD: Diego de Egüés y Bartolomé Benítez de la Cueva Centeno salieron vivos de la épica batalla. Fueron condecorados.

Sobre el Tesoro de la Flota de Indias, en cuanto pisó tierras canarias, ya estaba siendo negociado. Se contrató una flota neutral para trasladarlo y así evitar el ataque inglés.

Felipe IV agradeció y premió a los vecinos de Santa Cruz por la defensa que habían llevado a cabo. En su bandera hay tres cabezas de león cortadas. Una de ellas es por Blake.

En Inglaterra la Batalla de Santa Cruz se vendió como un victoria inglesa. Sin comentarios…

Blake murió a los dos meses. Dicen los ingleses que de escorbuto pero a estas alturas ¿quien se los cree? otras fuentes indican que de fiebres y otras de unas viejas heridas…. por ejemplo las provocadas en la batalla de Santa Cruz y que fueron mal curadas, pensamos nosotros y que tiene todo el sentido.

La inmensa flota inglesa desplegada para atrapar la Flota de Indias se fue con viento fresco a los pocos meses desbloqueando la costa gaditana. El coste de la empresa había sido altísimo y había generado un agujero mayúsculo en las arcas inglesas. El ROI (retorno de la inversión) del proyecto de hacerse con las Flotas de Indias resultó un fiasco de dimensiones colosales.

Cromwell tras fracasar en el intento de que el Parlamento aprobara volver a financiar la guerra contra España, lo disolvió. Murió al año siguiente, le sucedió su hijo… y un nuevo periodo de inestabilidades surgió en Inglaterra. La república inglesa se desmoronaba… La guerra contra España había sido un fracaso en todos los sentidos y había acelerado su caída. Durante unos años, Inglaterra volvió a desaparecer del mapa político internacional…

No lo decimos nosotros, lo dice la Historia: A Inglaterra no le sienta nada bien las guerras contra España.

Toda la serie:

Flota de Indias Amenazada (I): El No-Almirante inglés

Flota de Indias Amenazada (II): La presa Ansiada. La Flota de Nueva España)

Flota de Indias Amenazada (III): La difícil decisión del Almirante Egüés

Flota de Indias Amenazada (IV): Hacía la boca del lobo

3 comentarios en “Flota de Indias Amenazada (y V): La épica batalla de Santa Cruz”

  1. Muchas son las batallas épicas libradas por los españoles antes , durante y después del descubrimiento de nuevo mundo, muchas de ellas merecen una película, como la de la flota de Indias o o el almirante Blas de Lezo, entre otros…. Si fueran historias de los norteamericanos seguro que se hubieran hecho muchas películas sobre estos relatos

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