Flandes invadido (IV). Un respiro para Alba y panfletos con mentiras para la Historia

La invasión de los Países Bajos iba mal. Como estratega militar Guillermo de Orange era muy mediocre pero manejando a la gente a su antojo tenía pocos rivales. Dado que la guerra abierta por él no iba como debía, puso en marcha todos los recursos a su alcance. Esta guerra, decidió, se libraría también en la calle inundándola de panfletos que cantaran sus alabanzas y vertieran mentiras sobre los españoles.  Que en la guerra la primera víctima es la verdad ya ocurría en el siglo XVI…

29 de agosto de 1572, Malinas

La tensión se reflejaba en su rostro. La luz matinal que entraba por la ventana y que se proyectaba sobre el papel que estaba escribiendo en esos momentos, permitía también percibir con claridad la concentración en sus rasgos e incluso la gravedad de la situación que le tenía ocupada la mente.

A Guillermo de Orange le estaba constando asimilar los últimos acontecimientos:

Los refuerzos franceses a su hermano Luis de Nassau habían sido aniquilados por Fadrique, el hijo del Duque de Alba. Literalmente arrasados. Por el Norte las cosas estaban estancadas y por el Oeste la propuesta que le hiciera a Isabel de Inglaterra para intervenir en la invasión no habían tenido respuesta.

Por otra parte y desde el Este, su proyectado paseo triunfal por el centro de los Países Bajos librando ciudades que le abrirían las puertas y le colmarían de bendiciones, no estaba siendo tal. Es más las poblaciones se resistían. Y eso no estaba previsto. En absoluto. A esto había que sumarle la falta acuciante de dinero que estaba provocando los primeros conatos de motín entre sus mercenarios. Todo ello estaba dando un respiro al Duque de Alba que reorganiza sus recursos para adaptarse a la situación lo más rápidamente posible.

Como era tarde para echarse atrás y la batalla militar estaba en el aire aprovecharía todas sus opciones: Inundaría la calle de panfletos para contar «su» verdad cargada de mentiras.

Panfleto del Duque de Alba comiendo criaturas
Panfleto del Duque de Alba comiendo criaturas

El espléndido escritorio que estaba cerca de la ventana para aprovechar los rayos de luz, estaba ocupado por un Guillermo de Orange que empuñaba una pluma que movía ágil sobre el papel y que ya reflejaba una gran cantidad de palabras…

«Declaración y Protestación de Monsieur el Principe de Orange y otros Príncipes y Señores sobre las causas que les ha movido à tomar armas para oponerse a la tiranía y la opresión del Duque de Alba y de los españoles en el País Bajo«

Nos Guillermo, por la gracia de Dios Principe de Orange, y Luis, Conde de Nassau, Príncipes, Señores, Caballeros, gentiles hombres y otras de todas las cualidades del País Bajo que desean la liberación del dicho país, miserablemente tiranizada y oprimida por el Duque de Alba y los Españoles y otros sus amigos traidores, y asesinadores de la libertad de su patria: Declaramos…»

En este punto no pudo evitar que la mente se le fuera al sucesos del mes pasado en Roermond (actual Holanda/Países Bajos) cuando su propio ejército, compuesto por 21.000 mercenarios al borde del motín, saqueó sin miramientos la población. Durante dos días con sus noches. La ciudad la defendían 150 soldados valones y la propia población que no querían ser «liberados por los protestantes». Hasta cinco intentos fueron necesarios para entrar en ella. Luego la saquearon a conciencia. Poco después Lovaina pagó un importante cantidad de dinero para no ser «liberada» también. Las gentes de Kampen, Zutphen, Doetinchem, Diest, Doesburg y muchas otras poblaciones más corrieron una suerte parecida a Roermond…

Con la facilidad que le daba la costumbre y su propia manera de ser, relegó una realidad incómoda para empezar a inventar otra a su conveniencia:

«Al fin rogado, solicitado y llamado de manera general y en particular por los habitantes de los dichos países, desbordado por las inhumanidades y estorsiones indicadas, hemos en nombre de DIOS (como por nuestra conciencia tenemos el poder y el deber de hacer) tomado las armas: Protestantes delante de DIOS, sus ángeles y todos los hombres de la tierra presentes y futuros…»

— Serás odiado en estas tierras para siempre Alba. Para siempre. Sonrió.

«… sin que medie ninguna pasión particular…»

Volvió a sonreir sin tapujos, sorprendido y agradado por su propia ocurrencia. Continuó…

«… más que la barbarie y la insoportable opresión, y los placards, ordenanzas, impuestos y cargas: mismamente la Centésimo, Vigésimo, Décimo, impuestas por la sola e insaciablee avaricia del Duque de Alba y contraviniendo las leyes, libertades, franquicias y privilegios antiguos del dicho país»

Se detuvo para descansar la mano. Sopló sobre el papel para que la tinta se secara más rápidamente y antes de continuar releyó la última frase en alto.

— «el décimo, impuesto por la insaciable avaricia del Duque de Alba». Volvió a sonreír, esta vez con toda la amplitud de la que fue capaz. Le estaba quedando un escrito redondo.

Mientras mojaba la punta de la pluma en el tintero se preguntó quién sabría que la subida de impuestos decidida por el Duque de Alba fue provocada por tener que costear la defensa de los Países Bajos debido a su primera invasión. O quien de los habitantes de los Países Bajos podían alcanzar a entender la relación entre él, Guillermo de Orange, y los Mendigos del Mar que él había creado y que había hundido el comercio de los Países Bajos. Él mismo se respondió en voz alta:

— Nadie. Solo les interesa saber que tú, Alba, les has subido los impuestos y que su vida es mucho peor. Y yo, Duque, me encargaré de recordárselo todos los días. Y por eso te odiarán ahora y siempre…

 

La rabia se incrementaba a cada palabra que salía de su boca. No había nadie que las escuchara más que él pero necesitaba verbalizarlo, exteriorizarlo y así oírlas para que se fijaran en su memoria.

De pronto la idea cruzó su mente, los ojos se le abrieron como platos y todo su cuerpo se puso en tensión. Sin dilación las palabras fluyeron de su mente a su mano que de inmediato hizo que la pluma rascara el papel dejando tras de sí un reguero de tinta y de mentiras en el panfleto.

«Esas leyes, libertades, franquicias y privilegios nuestra intención es, recuperarlas y reintegrarlas (mediando la gracia de DIOS) a los dichos Países bajo la obediencia de su Principe y natural señor, como nuestro deber lo lleva reciproco en su seno, de que las preservemos.»

Tú, Duque, serás el demonio y yo, Guillermo de Orange, el salvador bajo cuyo mando todo habrá de volver a su antiguo estado. Sentenció mientras la amplia sonrisa de hacía unos instante dejaba paso a una alegría nada contenida.

El humor le estaba cambiando a pasos agigantados. Retomó el escrito con la intención de finalizarlo apelando y buscando el apoyo para una causa que se le antojaba justa y desinteresada aunque Francia pidiera a cambio de su ayuda quedarse con el Sur de los Países Bajos:

«Asegurando a cada uno de los Principes, Señores, Gentileshombres, Republicas estranjeras, y otras de todas calidades, que nos dan en esta nuestra empresa socorro y asistencia son movidos por una verdadera piedad y compasión que ellos tienen (como nosotros) de la dichas miserias y calamidades…»

Concentrado como estaba ni siquiera se apercibió de que alguien había llamado a la puerta y había entrado en la estancia. El sirviente con cara de circunstancias porque se había dado cuenta de que había entrado sin permiso, miraba alternativamente la carta que llevaba en la mano y a Guillermo, sin atreverse a mediar palabra.

Guillermo de Orange se dió finalmente cuenta de la presencia del correo y, condescendiente, extendió el brazo izquierdo y con la mano libre tomó la carta mientras negaba ligeramente con la cabeza. Esto es un sindiós, pensó, un día de éstos entra un cualquiera y se me lleva por delante.

Con taciturnidad dejó la pluma, rompió el sello, desplegó y orientó la carta a la luz y leyó. Eran noticias de Inglaterra. Magníficas noticias. Isabel de Inglaterra le cedería varios miles de hombres para completar la invasión de los Países Bajos por el Oeste.

Una duda le rondó unos segundos porque en la carta no pedía contraprestación y eso no era en absoluto propio de su graciosa y usurera majestad. Otro pensamiento más reconfortante sacó al primero de su mente: Duque de Alba, Jaque mate

El Camino Español

Muchas copias de este panfleto de «Declaración y protestación de Monsieur el Principe de Orange» fueron hallados en Malinas en 1572 para repartir por todos los Países Bajos durante la segunda invasión de los Orange-Nassau a los Países Bajos. La propaganda entraba en escena de manera masiva. Un ejemplar se encuentra en Paris, Bibliothèque Nationale, Réserve, Nr. 21120. Plano 18 x 26 cm.  Podéis leer una transcripción de una copia del original AQUÍ.

Nos hemos tomado la licencia de recrear (léase inventar) cómo fue escrito el original de uno de los planfetos que recorrían los Países Bajos de aquel 1572. Ahora bien, las citas, datos y referencias incluidas en el texto tienen todas bibliografía precisa.

2 comentarios en “Flandes invadido (IV). Un respiro para Alba y panfletos con mentiras para la Historia”

  1. Vaya, yo que esperaba un relato de como don Fadrique apalizaba franceses y ……….
    Pero ojo, no se me entienda como un desagradecido, esto sigue siendo interesantísimo.

    1. caminoespanol

      X-D un poquitín de paciencia, Dani, que el pastel se está cociendo a fuego lento … y va a recibir hasta el apuntador 🙂

      gracias por estar ahí

      abrazo

      David

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