El falso saco de Amberes: 20.000 «libertadores» contra 3.000 condenados a muerte (y españoles para mas datos)

Si el 5 de marzo de 1576 muere Luis de Requesens, Gobernador de los Países Bajos Españoles y es en Enero de 1577 cuando Juan de Austria toma posesión en Bruselas como siguiente Gobernador de los Países Bajos Españoles ¿Quien carajo gobernó esa bomba de relojería que era Flandes durante esos 10 meses?

Antes de ir al asunto, Vaya por delante nuestro más sincero reconocimiento a Luis de Requesens, del que se conmemora efemérides de su muerte el 5 de Marzo.

Vencedor en Lepanto, en las Alpujarras y en decenas y decenas de lances guerreros y diplomáticos fue engullido por la madeja flamenca sin cejar, sin embargo, en su empeño.

El Imperio Español se construyó sólidamente y se mantuvo durante siglos gracias a miles y miles de hombres y mujeres como él que dejaron lo mejor de sí mismos allí donde fue necesario. Cuando paséis por su amada Barcelona, por favor, no dejéis de visitar su tumba (en la Capilla del Palacio Real Menor en la Calle Ataulfo, 4, en pleno barrio gótico) para mostrarle el debido respeto.

Entonces, decíamos, ¿Quien se hizo responsable de la Gobernación de los Países Bajos Españoles durante esos 10 meses? ¿Qué ocurrió en esos diez meses? ¿Nada?

Pues ocurrió de todo señores. De todo. Y nada bueno…

La verdad es que, bien mirado, el Consejo General (máxima autoridad en ausencia del Gobernador que era nombrado por el Rey) tenía una oportunidad para demostrarle a su soberano que ellos, los mismos flamencos mejor que nadie, sabrían gestionar el porvenir de sus propios paisanos. Se presentaba el momento para materializar aquello que venían reclamando desde hacía unos años: autogobierno.

Luis de Requesens murió de improviso (aunque llevaba enfermo desde hacia tiempo). El hombre, que era previsor, había decidido dejar la responsabilidad de su cargo en manos de dos hombres leales que pertenecían al Consejo General. Sin embargo, a su muerte, el resto del Consejo decidió que eso no se ajustaba a lo dictado en sus fueros y que la responsabilidad de la gobernación era del Consejo General al completo. (Vaya por dios…).

Felipe, a dos mil kilómetros (de los de la época) de distancia, no pudo hacer otra cosa que ratificar lo decidido. A ver como se portan, pensaría. Mientras tanto da las órdenes pertinentes para proclamar a Juan de Austria, que esta en Milán, como gobernador de Flandes y le comunica que salga zumbando para Flandes (eso ocurre a principios de Mayo de 1577).

Juan de Austria (con todo el cariño que le tenemos) la cagó con todo el equipo. En vez de irse para Bruselas echando leches, Camino Español p’arriba tal y como le había ordenado su rey, hizo camino hacia Madrid para verle. Eso retrasó su toma de posesión en Bruselas unos meses preciosos. El tiempo necesario para que, visto lo visto, el Consejo General de Flandes (con lo más granado, preparado y exquisito de los flamencos) tuviera margen de sobra para meter la pata hasta el corvejón.

Huelga decir que el clima en Flandes no era el más envidiable: los rebeldes no cejaban en su empeño (más bien al contrario incrementaron su presión, sobre todo política), la difícil gestión del descontento de la gente, las cosechas, las tropas y los problemas «habituales», hicieron que la toma de decisiones se volviera difícil de castañas. Pero… para eso estaban ahí ¿no?… para eso querían mandar ¿no? ¡Pues ese era el momento!

Pero no tuvieron cuajo. No fueron capaces de llegar a acuerdos para mejorar la vida de la gente. Es más, empelidos, engatusados o amenazados por las provincias rebeldes (y el maquinador principal, Guillermo de Orange), los representantes del Consejo afines a los rebeldes fueron arrinconando a los miembros del Consejo leales a la autoridad del rey hasta que se fraguó la rebelión completa de todos los territorios (excepto Luxemburgo), apresando a éstos. Ésta empezaba y emanaba del mismo Consejo General. (¡¡Chapeau, campeones!!).

Pero esperad, esperad… que esto no acaba aquí. En un momento de «lucidez», los del Consejo General deciden que la fuente de todos sus problemas vienen de los soldados españoles (Sí, los mismos que defendieron esos territorios contra los calvinistas comandados por Guillermo de Orange que arrasaron sin contemplaciones poblaciones enteras).

Total, que deciden declarar proscritos a los Tercios españoles que eran unos 6.000 soldados (no nos parecen muchos, la verdad, para que tengan la culpa de todo…) distribuidos por unas cuantas guarniciones (Liere, Maastricht, Utrecht, Viennen, Gante y Valenciennes; ah! y los amotinados de Alost). En la importante Amberes, un tal Sancho Dávila decidió proveer el Castillo de la ciudad de provisiones. Por si se diera el caso de que los 400 hombres que había allí tuvieran que sufrir un largo asedio (más vale un ‘por si acaso’ que un ‘no pensé’, se diría para sus adentros…). Las tropas valonas y alemanas, leales al rey, cambiaron de bando con inusitada velocidad.

Guillermo, que andaba por ahí mareando la perdiz, se frotaba las manos y se partía el pecho de risa a costa de sus conciudadanos que estaban queriendo echar justamente a aquellos que evitaban que él se hiciera con el control de todos los Países Bajos.

Así, los soldados que hasta hacia unos meses y durante años habían defendido con sus vidas esas poblaciones, a las personas que profesaban la fe católica, contra los ataques orquestados por Orange…ahora habían sido declarados como enemigos, dando órdenes de degollarlos a todos y también a todo aquel que osara ayudarles… (Con dos coj…).

Los señores miembros del Consejo General flamenco, nuevos y autoproclamados (es un decir…) soberanos de Flandes, pensarían que 6.000 soldados no eran tantos y que eso era coser y cantar.

Ocho… ocho largos meses de estar asediados. Solos. De ver peligrar tu vida en cada esquina. Sin recibir ayuda. Sin un gobernante que pusiera en su sitio a la panda de ineptos que se habían arrogado el poder de su rey ilegítimamente (para tomar la decisión, por ejemplo, de declarar proscrito a su propio ejército). Es en ese «ambiente», señores míos, en el que las tropas rebeldes, unos 20.000, entran en Amberes en Octubre de 1577 para «liberar» la fortaleza que guarnecían los españoles. Los representantes de la ciudad les abren de par en par las puertas para que tomen el castillo donde están los Tercios…

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… Tercios al mando de Sancho Dávila (que hay que ser ceporro también para no saber con quién te juegas las habichuelas). A los que estaban en Amberes, se les unen unos 600 soldados más comandados por, ahí es nada, Julián Romero y Alonso de Vargas. Más los amotinados de Alost, que vinieron como alma que lleva el diablo a «Comer en el Paraíso o cenar en la Villa de Amberes» en palabras de uno de ellos. En total unos 3.000 españoles.

Resumiendo: 3.000 condenados a muerte contra 20.000 «libertadores» (… ya nos gustaría a nosotros saber quien dijo eso del «saco de Amberes»…).

Luego pasó lo que pasó: Los rebeldes lo fiaron todo a la cantidad y los Tercios españoles, el nervio de la guerra, a la calidad. El Saco de Amberes, señores, no fue un «saco», fue, sencillamente, una encerrona orquestada por unos ineptos, los del Consejo, y ejecutada pésimamente por otros ineptos (no es un insulto, es un diagnóstico) que pensaban que eran un ejército porque portaban armas.

Una encerrona que debía ser una «fiesta» y que se convirtió en una batalla dentro de una ciudad. Una batalla en la que no habría prisioneros. Y las consecuencias de una batalla no se escriben con tinta, se escriben con sangre. Eso debían haberlo sabido los muy flamencos miembros del Consejo General, verdaderos culpables del nefasto resultado, antes de dar las órdenes. Debían haber sabido eso y también que los Tercios, los Tercios de Flandes, eran los mejores en lo que hacían.

El Camino Español

PD: Juan de Austria llegó en Diciembre, un mes después de la «Batalla de Amberes» y , sí, tuvo parte de responsabilidad, por lo allí ocurrido, al desobedecer una orden directa. Pero a nuestros ojos, los verdaderos responsables de esos diez meses de descontrol que alargó durante años una guerra fraticida fueron los miembros del Consejo General de Flandes, formado por flamencos, que no estuvieron a la altura de la responsabilidad que se les habían encomendado.

4 comentarios en “El falso saco de Amberes: 20.000 «libertadores» contra 3.000 condenados a muerte (y españoles para mas datos)”

    1. caminoespanol

      Ciertamente Fernando, siempre hay algo de personal en ellos. Tampoco es la intención evitarlo, la verdad. Aunque lo importante es que las fechas y los datos se pueden y se deben (os animo a ello…) cotejar. No hay mejor verdad que la que extrae uno mismo … a base de poner las cosas (razonablemente) en duda. Muchas gracias por tu aportación. Un saludo

  1. Muy interesante y épica historia …… Ya se decía en el Poema del mío Cid » que gran vasallo para ver tenido buen señor » y es que conociendo la excesiva prudencia e indecisión del Rey Felipe II , sus motivos tenía el gran Don Juan para pasar por El Escorial…. Detalla el Marqués de Lozoya en la Historia de España como fue ineficaz la victoria en Lepanto por las contradicciones del Rey y aquí en Flandes no fue menos la cosa.

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