«La Rendición de Breda» o cómo Spínola se lo contó a Velázquez

Para 1625, cuando termina el Asedio de Breda, Velázquez llevaba un par de años en la corte de la mano del Conde-Duque de Olivares. Centrado como estaba en sus pinceles es posible que estuviera un tanto ajeno a lo que estaba pasando en Breda. Seguro que le llegaría informacion sobre el asedio, dado que se movía en círculos donde fluía ese tipo de informacion, pero es difícil que tuviera detalles sobre el desarrollo de la campaña. Y claro, todavía no sabía que iba a pintar un cuadro que sacaría del anonimato para siempre a esa ciudad valona, dando lustre al gran Spínola y a los Tercios de Flandes.

Velázquez no estuvo en la contienda. Ni siquiera cerca. Pero supo captar y transmitir la esencia y el ambiente de lo que allí sucedió aquel 5 de junio de 1625: Spínola y Justino-Nassau uno frente al otro, ambos con pie en tierra de igual a igual. Evitando, Spínola, la superioridad de recibir las llaves desde el caballo. Gestos nobles y hasta cierta concordia. Entereza resignada del vencido y generosidad serena del vencedor.

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La realidad del momento tiene aún más mérito sabiendo, como sabemos, de la dureza del asedio. Tanto para los sitiados, sin posibilidad de ayuda externa y ya muy cerca de desatarse el hambre, como para los sitiadores por las inclemencias del tiempo, los intentos externos para forzar el sitio y también la periódica falta de alimento derivada de la complicada logística.

Pero ¿De dónde sacó Velázquez la información de ese momento?¿Cómo supo que se dieron esas circunstancias y que el acto de entrega de llaves de la ciudad fue tal cual él lo pintó?

Ciertamente no estuvo, pero sí se documentó. Una de sus fuente principales fue «El sitio de Breda» la comedia escrita por otro de los grandes de España: Pedro Calderón de la Barca. Pero la fuente principal fue el propio Ambrosio Spínola con quien coincidió, en 1629, en el que era el primer viaje a Italia del pintor.

Diego Velázquez, pintor de la corte, partió del puerto de Barcelona en la nave del mismo Spínola rumbo a Roma para sentir de cerca la influencia del arte italiano. Spínola volvía a su ciudad natal, Génova, orgulloso de las victorias en el campo de batalla y asqueado de tanto puñal trapero en la Corte (Aunque por poco tiempo, porque una nueva guerra en Mantua, le esperaba).

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Sea como fuere, durante ese largo viaje, Diego, se hizo una idea precisa del carácter del magnífico estratega y una imagen fiel de su fisonomía y su porte. Quizá (vamos, seguro) también le oyese personalmente comentar el famoso hecho de armas del que se hizo eco el mundo entero. Transcurrieron cinco años para que quisieran inmortalizar la campaña de Breda. Cuando el encargo llegó a Diego Velázquez él supo qué es lo que tenía que transmitir. Y vaya si lo hizo.

En la rendición, ocurrida el 5 de junio de 1625, se impuso la buena lógica para que las guerras lleguen en algún momento a un fin: Se alcanzó un pacto generoso y magnánimo con los vencidos que todas las partes cumplieron. Así quedó reflejado en el magnífico cuadro de Velázquez, la Rendición de Breda.

No os penséis que fue fácil. Muchos soldados… valones, alemanes, italianos, ingleses, también españoles… no estaban de acuerdo con ese cierre para el asedio porque se escapaba la posibilidad de un jugoso saco. Otros pensaban que era necesario dar un escarmiento después de tanto tiempo de resistencia. Gracias a dios, no llueve a gusto de todos… ni siquiera en Flandes.

El Camino Español

Fuentes:
Diego Velázquez
El Sitio de Breda

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